El individuo se aísla, baja su rendimiento laboral, intenta limitar su uso sin conseguirlo y entra en ataque de ansiedad cuando no tiene acceso o la batería está por agotarse.
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de febrero del 2019.- A una década de su lanzamiento, WhatsApp es una de las herramientas tecnológicas más requeridas dentro de la comunicación. En la vida cotidiana se usa para socializar o tratar temas sobre el trabajo, pero ¿qué sucede cuando se pasan muchas horas en esa aplicación?, ¿podría ser adictiva?
WhatsApp es una aplicación de mensajería para teléfonos inteligentes, lanzada el 24 de febrero del 2009. Según datos de 2018, su número de usuarios era de mil 500 millones.
Erika Villavicencio Ayub, coordinadora de psicología organizacional de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, afirmó que hay una discusión sobre si su uso intensivo es una adicción.
No se encuentra en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), pero por recientes estudios y los síntomas detectados sí podría tratarse de una adicción a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), dijo.
¿Cómo saber si la sufro?
De acuerdo con la académica, hay algunos indicadores para saber si somos o no adictos: el tiempo excesivo dedicado a esta aplicación, mentir sobre cuánto se usa e, incluso, presentar alucinaciones o vibración fantasma (creer que se reciben notificaciones cuando no es así).
Además, descuidar las horas de sueño, el cuidado personal, no alimentarse bien, perder relaciones interpersonales y mantener esta conducta a pesar de las consecuencias negativas.
Conforme la dependencia avanza, el individuo se aísla, baja su rendimiento escolar o en el empleo, recibe quejas de gente cercana por conectarse constantemente, entra en ataque de ansiedad cuando no tiene acceso o la batería está por agotarse, y aunque intenta limitar su uso, no lo consigue.
Si no revisa su celular, la persona presenta síndrome de abstinencia: siente malestar emocional, que proyecta en conductas disfóricas, insomnio, irritabilidad, aburrimiento, soledad, ira y nerviosismo, entre otros.
También experimenta altos niveles de ansiedad, depresión, fatiga, alteraciones de concentración y memoria, y un alto reforzamiento porque el cerebro recibe una sensación placentera al usar la red. Por último, el adicto sufre negligencia y falta de autocontrol, acompañado de intolerancia y una necesidad de dosis cada vez mayores para obtener los efectos deseados.
Villavicencio Ayub refirió que esta dependencia en los jóvenes ha avanzado a niveles alarmantes; incluso se han registrado muertes vinculadas con su uso en diferentes partes del mundo.
Por ejemplo, su utilización ha incrementado la tasa de accidentes vehiculares porque los conductores se distraen cuando atienden sus mensajes, o los peatones se ponen en riesgo al cruzar las calles mientras contestan su chat.
Algunas empresas reportan bajas en el desempeño de su personal, o en las interacciones con los compañeros. Esto también ocurre en el ámbito escolar, pues los adolescentes y jóvenes son los principales adictos.
¿Qué hacer?
Si se sospecha que ya se es adicto al WhatsApp, lo primero que se debe hacer es acudir con un profesional que haga un diagnóstico y establezca un tratamiento. En una fase inicial, el tratamiento puede requerir de terapia cognitivo-conductual, y si es más avanzada, es necesario un tratamiento mixto (farmacológico y conductual), indicó.
“Es importante sensibilizarnos de que las TIC son parte de la vida actual y no se pretende ir contracorriente, pero debemos aprender a utilizarlas correctamente para beneficiarnos sin afectar nuestra salud o cualquier ámbito de la vida”, concluyó.