Los espacios sociales como plataformas de discurso III

Dice Marichuy: Hagamos una sola palabra rebelde que agriete...

4 diciembre, 2017 Comentarios desactivados en Manifiesto a los artistas Ideas

Manifiesto a los artistas

Sobre su derecho a participar en la definición de la imagen de la ciudad fortificada de San Francisco de Campeche

Por Héctor Malavé

La ciudad nos habita y nos constituye como personas. Campeche es una ciudad que terminó de construir su recinto amurallado en 1704. Como señaló la historiadora española Sonsoles Guillén, eran “ciudades inaccesibles”. El sistema fortificado de Campeche tenía cuatro puertas de acceso: La puerta de tierra, la puerta de mar, la puerta de Guadalupe y la puerta de San Román. Nunca ha sido, desde que se fundó como villa hasta que la convirtió en ciudad Carlos III en 1777, una “ciudad inocente”.

Campeche, como ciudad, se convirtió, como todas las ciudades coloniales, en una “ciudad cerrada” y “centralizada”. El centro racional y civilizado cristiano organizó la periferia no civilizada y pagana. El perímetro de Campeche siempre ha sido de alguna manera “idólatra”. Por el contrario, las grandes familias educadas en Europa, como los Méndez, los Baranda. los Dondé y los Carvajal, conformaron lo que llamó una “Oligarquía intramuros”, que determinó la orientación política que debía seguir la ciudad y su rico territorio

Por su ubicación geográfica, la ciudad se encuentra en medio de un sistema de cerros en forma de herradura, coronados por los hermosos fuertes de San José de Alto y de San Miguel.

Las atalayas y el lienzo amurallado recuerdan perfectamente la construcción de las ciudades europeas modernas que aluden al panóptico del Michel Foucault (Foucault: Vigilar y Castigar, el nacimiento de la prisión en Francia), una traza regular en forma de tablero de ajedrez que, desde una posición favorable, “mira” las líneas de la ciudad, los edificios principales, las casonas, el tránsito de sus habitantes y el mar. (Actualmente, las cámaras de vigilancia han modernizado la mirada).

Fue disuasiva para los tiempos de la piratería como estrategia política de Inglaterra. El siglo XVIII, durante las Reformas Borbónicas, la revolución industrial obligó a la piratería a cambiar de forma. El octágono regular separó a las comunidades mayas de las españolas. Como ejemplo, el barrio maya de San Francisco estaba a distancia considerable del centro amurallado. En la plaza de Campeche, como eje rector (Leal Sosa: La Plaza como eje rector de la vida cotidiana en Campeche), se encontraban las familias de guerreros aristócratas, al servicio de la corona española.

Campeche, como ciudad, se convirtió, como todas las ciudades coloniales, en una “ciudad cerrada” y “centralizada”. El centro racional y civilizado cristiano organizó la periferia no civilizada y pagana. El perímetro de Campeche siempre ha sido de alguna manera “idólatra”. Por el contrario, las grandes familias educadas en Europa, como los Méndez, los Baranda. los Dondé y los Carvajal, conformaron lo que llamó una “Oligarquía intramuros”, que determinó la orientación política que debía seguir la ciudad y su rico territorio.

El crecimiento de las ciudades coloniales y el crecimiento demográfico determinó también nuevos asentamientos organizados en clases sociales muy marcadas. La “segregación racial” fue la característica administrativa de la Conquista española. Desde sus inicios, existió un asentamiento para los mayas, los negros, los mulatos y para las familias comerciantes españolas, por ejemplo, el barrio de Guadalupe, para comerciantes españoles.

La “separación en clases sociales” fue la característica de la ciudad moderna posrevolucionaria. En tiempos modernos, no cambió mucho la concepción jerárquica del espacio urbano. Actualmente, podemos hablar del centro histórico, zonas exclusivas para las familias pudientes, el Campeche nuevo y comercial frente al mar, iniciado por Alberto Trueba Urbina, y las zonas populares, semiproletarias, proletarias, con asentamientos irregulares promovidas por el gobierno, con altos índices de inseguridad, alcoholismo, prostitución, delincuencia, sustentando su miseria por relaciones de poder clientelares.

En las primeras décadas del siglo XX, a la ciudad se llegaba por medio de embarcaciones, las torres de Catedral eran lo primero que el compositor José Narváez divisaba cuando estaba próximo a llegar al puerto. El “poder visual” es la imagen de una ciudad que habita y territorializa los cuerpos. El habitante de la periferia de Campeche, para desplazarse al centro, realiza todavía el ritual del buen vestir, usas sus mejores galas: mujeres entaconadas se alistan para llegar temprano a las oficinas de gobierno, hombres vestidos con filipina blanca toman el café en “La Parroquia”, mientras discuten sobre política, jóvenes yupis lucen ropas frescas, hijos de políticos del partido en el poder se pasean, en el malecón y en la calle 59, todavía hoy se quedó esa costumbre.

El habitante antiguo de la periferia, antes de entrar al recinto amurallado, era súbdito, pero no lo sabía con precisión, cuando se encontraba ya en la plaza principal lo confirmaba, y no tanto porque sus edificios sean imponentes, sino porque la ciudad le era ajena. Palavicini describió a Campeche en tiempos pre-revolucionarios como “cementerio de espíritus”, Madero, su acompañante era un espiritista, la frase no hay que tomarla a la ligera, Campeche iluminada tenuemente sigue siendo una “ciudad vacía”, pero atiborrada de contenidos simbólicos ocultos de represión y violencia. La ciudad vacía sólo aglutina, no incluye, “acomoda” en rituales culturales a sus habitantes para informales quién será el próximo gobernante o dirigente en los próximos años.

El concepto de “espacio público”, tanto en Habermas, como en Foucault, tiene un sentido político y no sólo arquitectónico. El espacio público antiguo era el lugar de la discusión política de actividad, no de inactividad, en su forma de recreo o esparcimiento. El foro y el ágora eran el contrapeso ciudadano a los edificios del poder. La Plaza Principal, la Plaza de la República, espacios intramuros, y la Concha Acústica, la Plaza San Martín, el mercado principal “Pedro Sáinz de Baranda”, la Alameda, el parque Moch Cohuó, extramuros, son los centros del poder civil, del ejercicio pleno de la ciudadanía, así lo han demostrado las manifestaciones sociales en los últimos años. Su concepción oficial es, en cambio, de reposo sereno y romance los viernes, sábados y domingos, después de una larga semana de trabajo.

No obstante, la apropiación de los espacios públicos principales es un ejercicio permanente de libertad no intermitente. La práctica de la libertad es una relación social en dónde el ciudadano no sólo piensa, sino ejerce la crítica con responsabilidad de sus actos por medio del diálogo y la denuncia al poder.

No obstante, el dominio de la Colonia y los dominios políticos siguientes obnubilaron el derecho a la participación social. Como dice Paulo Freire, las ciudades coloniales son sociedades cerradas y arrastran una grave “inexperiencia democrática”, su conciencia, por lo tanto, es “intransitiva”, le teme al cambio (Freire: La Educación como Práctica de la Libertad), muy semejante a lo que sucede en la ciudad de Campeche, pese a nuevas tecnologías de información y comunicación, aún se requiere potenciar su educación democrática.

En Campeche, hay dos clases de intelectuales y dos clases de propuestas de Patrimonio Cultural.

La primera categoría son adustos ancianos (jóvenes), que se encuentran sujetos al poder político del Estado, no lo cuestionan, porque ponen en riesgo la “construcción de su prestigio” y su “capital cultural”. Su saber parcialmente los conduce, pero finalmente es adaptable a la política cultural establecida. No es nuevo, siempre ha sido así. No es casual, que las discusiones sobre patrimonio cultural e identidad generen conceptos conservadores que ordenen un discurso con aglutinante trasfondo represor. Visto por esta categoría de intelectuales, forman un comité técnico que define el espacio público de manera vertical y construyen el concepto de lo que “es” o “no es” el patrimonio cultural, categorizan a los transeúntes, estandarizan una normativa y formalizan una “higiene social”. Por ejemplo, entre lo que es un artista visual y un vendedor ambulante, las fronteras no son aún claras.

Su propuesta sustentada por la Ley de Patrimonio del Estado de Campeche es una “ciudad museo”, que se presenta al turismo cultural extranjero para su contemplación e información erudita, por lo que su sustancia legal radica en el patrimonio tangible, aunque menciona lo intangible como parte del patrimonio cultural, su sustancia legal da prioridad a lo matérico. Dice:

Artículo 1.- El objeto de esta Ley es la identificación, protección, conservación y rehabilitación del patrimonio cultural del Estado para su transmisión a las generaciones campechanas futuras. Sus disposiciones son de orden público e interés social.

Artículo 2.- El Patrimonio Cultural del Estado está constituido con los elementos y manifestaciones tangibles e intangibles, que expresan valores que identifican y caracterizan al Estado de Campeche o a sus Municipios.

En contraste, la ciudad fortificada es el “foco” del arte acción (performance) y de la revolución cultural del artista visual como otra categoría de intelectual vivo. El artista visual es el detonador de la consciencia democrática de la ciudad. La didáctica del artista visual que muestra sus piezas tangibles o intangibles como ventanas resplandecientes modifican la “consciencia intransitiva” de los habitantes en una “consciencia transitiva”, cambian la dinámica del “poder visual” de “ciudad cerrada y vacía”, por el de una “ciudad cultural” “abierta” y “plural”, colmada de significación democratizadora y estética.

Por lo que su participación sistemática en la ciudad vieja, sustentada por la Ley de Desarrollo Cultural del Estado de Campeche, transciende las ideas de contemplación y su sustrato se concentra en el patrimonio intangible, además de una ciudad participativa e incluyente, cambia las “miradas” y la idea de “turismo cultural” por el de espacio de “encuentro cultural”, “mirar los rostros”. A la letra dice:

Artículo 1.- La presente Ley es de orden público e interés social y de observancia general en el territorio del Estado.

Artículo 2.- Con base en lo dispuesto por el artículo 7° de la Constitución Política del Estado de Campeche, esta Ley tiene por objeto:  I. Establecer las bases generales para garantizar el libre ejercicio del derecho a la cultura y de los derechos culturales de la población del Estado; II. Definir los principios generales de la política cultural en el Estado; III. Establecer criterios de coordinación interinstitucional para el fomento y promoción del desarrollo cultural del Estado; IV. Establecer los mecanismos de apoyo al fomento y promoción del desarrollo cultural del Estado; y V. Constituir mecanismos de participación y corresponsabilidad social para el fomento y la promoción del desarrollo cultural del Estado.

Una ciudad humanista, más que exclusivamente comercial, dotando el espacio público de nuevos valores estéticos, democráticos y con una riqueza visual no rígida. Su propuesta es una “ciudad cultural” en el amplio sentido de la categoría, intra-cultural y extra-cultural, que borre la frontera entre extranjeros y no extranjeros, (es Patrimonio de la Humanidad), una ciudad creadora de una herencia cultural dinámica, con huella que conforme una corriente artística fructífera y emancipadora.

La síntesis es una reforma cultural que abre el debate entre la sociedad política y la sociedad civil. Sin negar que en su momento coincidan ambas porque consideran lo tangible y lo intangible como parte de la identidad cultural, el espíritu de la primera conserva, rehabilita, protege y la otra, garantiza el libre ejercicio de la cultura de la población. Las dos propuestas encarnarán una lucha democrática decisiva para la historia cultural de la ciudad.

 

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