Sueños, faraones, dioses y esfinges protagonizaron la conferencia que dictó el maestro Manuel Villarruel, parte de la misión mexicana que restaura la Tumba Tebana 39/En alusión a la muestra temporal del Museo del Templo Mayor: Tetzáhuitl. Los presagios de la conquista de México. FOTOS: Melitón Tapia. INAH.
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de febrero del 2020.- Los augurios en el antiguo Egipto se hicieron presentes en el Museo del Templo Mayor, para evidenciar el cruce entre pensamiento mágico e historia que permea en ambas civilizaciones originarias, egipcia y mesoamericana.
En el marco de la exposición temporal Tetzáhuitl. Los presagios de la conquista de México, sueños, faraones, dioses y esfinges fueron algunos de los protagonistas de la conferencia que dictó el maestro Manuel Villarruel Vázquez, quien forma parte de la misión mexicana que restaura la Tumba Tebana 39, dedicada al sacerdote Puimra, en Lúxor.
Ante un auditorio abarrotado, el experto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) comentó que para los antiguos egipcios, la predicción del futuro fue un recurso religioso de reforzamiento político.
En la esfera de lo privado, la gente consultaba a adivinos y oráculos para anticipar su porvenir; y en el ámbito de lo público, la adivinación era la revelación de la voluntad divina que ratificaba la existencia de la clase gobernante.
“Los presagios forman parte de tradiciones que evolucionaron y llegaron a perdurar a lo largo de los cinco mil años de historia del Egipto faraónico, entre ellos, algunos ejercicios de necromancia, es decir, de adivinación mediante la invocación de los muertos. Pero otras prácticas sí estuvieron muy vinculadas a ciertos periodos o dinastías, pues dependieron de la política en turno o de cambios en la religión estatal.
“Como hemos visto, se habla de profecías en las que algún dios se expresaba mediante sueños y el receptor de ese mensaje podía anticipar el futuro. Inclusive, algunas decisiones de carácter político-militar y otras tan sutiles como el nombre que debía darse a un heredero, se tomaban con base en el análisis de estos presagios”, explicó.
El arquitecto señaló que Amón era uno de los dioses de mayor trascendencia vinculados al vaticinio estatal, y otra faceta se encontraba en la encarnación que tomaba en la persona del rey para engendrar al heredero al trono. No obstante, también otras divinidades, como la diosa Athor, eran invocadas en particular para el auxilio en el ámbito privado ya que personificaba la alegría y la maternidad; o el dios Bes, protector de casa y de las parturientas.
Indicó que existen algunos documentos que refieren al dios Amón infundiendo valor al soberano para proseguir con la guerra que será ganada. Por ejemplo, una inscripción contenida en la Estela de Menfis narra las campañas de Siria-Palestina, ahí el “Señor de los tronos de las Dos Tierras, Amón” se le presentó en una visión a Amenofis II para inspirarle valentía.
Una referencia más se halla en las inscripciones de Tutmosis III. Para legitimarse, este faraón sostenía que desde su juventud estaba predestinado a mantener el poder, cuando al tomar parte de una procesión, la estatua de Amón “le reconoció” y él se inclinó a reverenciarla.
Manuel Villarruel, especialista de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH, abundó que otro ejemplo conocido es el de Tutmosis IV quien, también en su juventud, tomó una siesta a la sombra de la Esfinge y esta le prometió el título si la desenterraba de la arena del desierto. Pese a no ser el heredero directo al trono, diversos sucesos llevarían a que se cumpliera la profecía.
Entre las fuentes de las que proceden tales profecías se pueden mencionar diversos papiros como el Libro de los sueños, y obras culmen de la literatura egipcia, entre ellas El relato de Sinuhé, la cual data del Imperio Medio. Asimismo, se cuentan las inscripciones redactadas en los propios templos y tumbas, y en las llamadas ostracas, fragmentos cerámicos que, entre otros fines, sirvieron como soporte de escritura.
Aunque existen otros presagios que aluden a sucesos acaecidos en el antiguo Egipto, cabe mencionar las siete plagas referidas en la literatura hebrea, concretamente en la Biblia. Al respecto, Alejandro Villarruel dijo que no existen referencias a ello en los textos egipcios conocidos, salvo la llamada Estela de Israel, la cual habla de victoria de Egipto sobre las tierras de Canaán, hacia 1210 a.C.
El maestro en restauración de sitios y monumentos destacó que en Egipto aún queda mucho por descubrir y los hallazgos extraordinarios siempre tienen lugar. Tan solo el año pasado se anunció el descubrimiento de 30 sarcófagos con los cuerpos de hombres, mujeres y niños en la Necrópolis de Asasif de la antigua ciudad de Tebas, en la orilla oeste del río Nilo, cerca del Valle de los Reyes.
Se trata de la misma zona donde, desde hace 17 años, trabaja la misión mexicana en la Tumba Tebana 39. El coordinador de Restauración Arquitectónica de esta iniciativa, encabezada por la Sociedad Mexicana de Egiptología, la Universidad del Valle de México y el INAH, sostuvo que es un orgullo para México inscribir sus letras en la historia de la egiptología.
Destacó que estos trabajos del equipo mexicano están ayudando a comprender el complejo funerario dedicado al sacerdote de Amón, Puimra, “mano derecha” de dos poderosos faraones: Hatshepsut y Tutmés III, quienes hace más de tres mil 500 años, dieron al antiguo Egipto una prosperidad inusitada y extendieron sus límites desde el Éufrates hasta la quinta Catarata de Nubia, en el actual Sudán.