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23 diciembre, 2021 Comentarios desactivados en Disculpa pública, una simulación más de Layda Campeche

Disculpa pública, una simulación más de Layda

Luego de la conferencia de prensa -que no difundieron los medios oficiales-, la administración de Layda Sansores nombró al agresor del columnista Miguel Villarino Arnábar, el policía Jesús Juárez Sonda, como jefe de custodios del penal de Kobén.

Por Daniel Sánchez

CAMPECHE, Cam. 23 de diciembre del 2021.- No bien terminó el evento de disculpa pública -que no existió para los medios de comunicación oficiales-, hacia el columnista Miguel Villarino Arnábar, por su ilegal encarcelamiento ordenado por Alejandro Moreno Cárdenas, y la administración de Layda Sansores San Román dio un paso atrás y nombró a su principal agresor jefe de custodios del reclusorio de San Francisco Kobén.

“Hoy me hablaron del penal para decirme que Jesús Juárez Sonda, el policía que me amenazó, fue ascendido de encargado de mantenimiento a K2, el segundo de la directora”, me confió este día Villarino Arnábar.

Los primeros indicios de la simulación montada por la Cuarta Transformación fueron el desinterés mostrado por la propia Sansores San Román y el aún secretario de Gobierno, el “Rasputín guaraduchesco”, Aníbal Ostoa Ortega, quienes cancelaron su participación en la conferencia de prensa, minutos antes de su inicio.

Fue la misma reacción que tuvo Ostoa Ortega en marzo del 2018, cuando sucedió la detención del periodista, y le solicité un pronunciamiento del partido Morena -cuyos principios hablan de defender la libertad de expresión- a favor de la libertad de Miguel Villarino, pero se negó bajo el pretexto de que se trataba de alguien que criticaba mucho a Layda.

Entre emociones encontradas y lágrimas, Milagros Higueredo Palacios, esposa de Villarino Arnábar, fue muy clara en su intervención:

“Este acontecimiento de disculpas es la oportunidad para que nuestra familia cierre el ciclo. Reconocernos como víctimas del Estado no nos da justicia, pero nos permite sanar un poco la herida, que espero que no se vuelva a abrir. Esa es una posibilidad, porque en el ejercicio de informar se pisan callos y afectan intereses del poder y eso siempre pondrá en riesgo al periodista.

“Que este acto sirva como precedente”.

Al final de su discurso, “Milly” Higueredo fue más enfática y exigió a Sansores San Román -ausente- castigo contra Alejandro Moreno, no sólo por su caso, sino por todos los delitos que aún tiene pendientes.

“A la señora gobernadora, le digo: Sé que es muy difícil que “Alito” y sus secuaces sean castigados por las torturas que ordenaron en nuestra contra, pero eso es tan sólo una rayita más de su la larga lista de pendientes con la justicia. Delitos que exijo que usted no deje pasar. Le encargo que se investigue y castigue el saqueo al erario, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias, la corrupción; y que junto con él, se castigue a quien deba ser castigado y sin miramientos. Si desea una verdadera transformación, deberá ser profunda, radical”.

La lección por aprender

En su momento, Miguel Villarino, como en sus textos, fue muy “claridoso”, al señalar que no estaba de acuerdo con que su “tragedia personal y familiar” fuera utilizada como “medalla” por alguna figura pública.

“Pensé mucho en venir a esta conferencia de prensa. La verdad es que me desagradan los eventos políticos, desconfío de todos los gobiernos, me castran los protocolos burocráticos y lamentaría el resto de mis años que mi tragedia personal y familiar fuera usada como bandera gubernamental o como logro curricular para alguna figura pública en ascenso, pero acepté venir, porque entiendo que este evento sienta un precedente importante, que será muy útil cuando algo como lo que me sucedió, vuelva a ocurrir, porque les aseguro que volverá a ocurrir.

“Porque, si bien, hoy hay otra cabeza en el Ejecutivo y parece que existe la disposición para tolerar la crítica, debemos recordar que hace apenas unos meses, nos sacudimos a “Alito”, un personaje que inició su carrera, ultrajando la Universidad Autónoma de Campeche, lo que en cualquier lugar civilizado hubiera significado el fin de toda aspiración política, pero no aquí, donde la inmoralidad es un atributo. Con las relaciones adecuadas y prescindiendo de todo escrúpulo, Moreno Cárdenas llegó al poder y terminó de corromperlo todo, incluyendo la administración de justicia que, siendo sinceros, ya olía feo.

“Fueron sus instrucciones las que pusieron a Juan Manuel Herrera, a la Collí y a Bacab (jueces), a Sonda y a tantos otros en sintonía para impedirme que siguiera señalando lo evidente: que una maqueta es eso, una maqueta y no el mejor Campeche de todos los tiempos; que enriquecerse con el saqueo del sistema de Salud era un crimen de lesa humanidad; que construirse una mansión de tantos millones de pesos no iba a borrarle de la cabeza su infancia nómada, de familia numerosa apretujada en casas de interés social; que transformar los hospitales en rastros públicos es hábito de sociópatas; que era abominable derrochar tres mil millones de pesos en comunicación social para fortalecer su imagen, mientras la entidad se iba al carajo entre miseria y el atraso; que ningún plan estatal de desarrollo establece como logro administrativo el envenenamiento de perros, y tantas otras cosas.

“Y a pesar de sus pecados, hace unos meses Moreno Cárdenas se quedó a unos cuantos votos de imponer a su sobrino Christian en el Cuarto Piso, lo que prueba el grado de descomposición en que nos encontramos”.

El comunicador advirtió también sobre estos tiempos “cuatroteístas” y la presencia de personajes como el sobrino de Layda Sansores, Gerardo Sánchez Sansores, mejor conocido como “Seso Loco”, quien opera desde la Unidad de Comunicación Social:

“Así las cosas, lo único que separa el frenesí autoritario de “Alito” de este ofrecimiento de disculpas es la condición emocional y mental de quien manda, porque el aparato público está siempre dispuesto a obedecer.

“De hecho, hay en este régimen del jaguar personajes aliados de Moreno Cárdenas, que operaban las redes sociales de su gobierno y fueron los responsables de la campaña contra los enemigos de Campeche. Desde ahí, cobijados en el anonimato y en plumas alquiladas, insultaron a quienes no pertenecemos al textoservicio: Rosa, Ronny, Daniel, Raúl, y de paso infamaron también a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros muertos. Esos incondicionales de Calígula Moreno hoy se devanan el seso en otros menesteres oficiales y es muy probable que sean los encargados de difundir este acto, cuya razón de ser es resarcir las agresiones que en otro tiempo celebraron. Lejos de toda humanidad y de cualquier asomo de dignidad, son capaces de todo con tal de no dejar de lactar en la generosa ubre del Estado, así que es cuestión de que llegue otro idiota al poder para que otro crítico vaya a la cárcel o le toque algo peor. Ojalá que el antecedente del que fui parte les sirva de algo”.

Villarino Arnábar también se refirió a las personas privadas de su libertad con quienes convivió:

“Vine también por solidaridad con gente que conocí en el penal, que ha estado ahí durante años viviendo en un limbo jurídico, en el que ni la condenan, ni la liberan, y cuyos casos están trabados por el burocratismo, por intereses superiores o porque no tienen el dinero para pagar un abogado. Sé, de forma extraoficial, que antes de terminar el sexenio anterior, la bodega de evidencias de la Fiscalía fue saqueada, y creo que es necesario denunciar la paradoja en que ahora se encuentran tantos otros que, como yo, fueron a prisión sin evidencia suficiente para incriminarlos y ahora permanecen ahí, porque las evidencias para liberarlos desaparecieron.

Finalmente, reclamó JUSTICIA:

“Para finalizar, reconozco la voluntad de la gobernadora y valoro este mea culpa institucional, pero dejo pendiente dar las gracias. Esas las daré cuando los verdaderos responsables de lo que me sucedió paguen por lo que hicieron. Si fui a la cárcel fue por instrucciones de Alejandro Moreno, instrucciones que fueron cumplidas a cabalidad por su secretario de gobierno Carlos Miguel Aysa, por el fiscal Juan Manuel Herrera y por el elenco secundario de sicarios con toga, la Collí y el tal Bacab. Es injusto que sólo el “sicario veracruzano”, Jesús Juárez Sonda, pague por lo que me pasó, cuando hizo lo mismo que los otros: cumplir las órdenes provenientes de los desajustes mentales de Alito Moreno, mejor conocido en el bajo mundo del Bestiómetro como el faraón de cumbia y huarache, el supremo idiota, el mataperros o el Sergio Andrade de su sobrino Christian Trevi.

“Fue Alito, y si sigue impune, serán todos”, rubricó Miguel Villarino con la frase que un grupo de periodistas portamos en playeras negras durante la conferencia de prensa.

A continuación, los discursos completos:

MILAGROS HIGUEREDO PALACIOS

Eran las tres veinte de la tarde del 8 de marzo de 2018 cuando “detuvieron” a Miguel. Nos encontrábamos él, Abel de entonces 3 años y yo en el estacionamiento de un supermercado. Él bajó del vehículo para hacer una operación en el cajero mientras mi hijo y yo le esperábamos. Al instante, escuché que gritaban desde la entrada “me están levantando”. Era Miguel queriendo alertarme, bajé de inmediato y vi que al menos tres vehículos sin placas (dos camionetas y un sedan) y ocho personas lo sujetaban con fuerza excesiva.

A gritos pedí ayuda y en la pelotera, ya en crisis de nervios, intenté subirme a uno de esos vehículos (cómo si eso los fuera a detener). Por suerte, traía celular en la mano y no sé cómo logré tomar unas fotografías borrosas de lo que ocurría. Entonces me jalaron. Entre dos personas me sujetaron para alejarme del vehículo y en el zarandeo, me rompieron la blusa. Ahí aprovecharon para emparejar una de las camionetas y subir a mi esposo mientras él me volvía a decir “cálmate, ve al niño”.  En un parpadeo, los tres vehículos habían salido del estacionamiento sin rumbo conocido y ahí quedé yo con la idea fija de que lo habían secuestrado, y con una crisis nerviosa que traté de controlar, porque me di cuenta de que mi niño estaba en peor estado.

Así fue como compartí un video en redes sociales, pidiendo información sobre el paradero de Miguel.

Una testigo avisó a unos familiares lo ocurrido y llegaron a auxiliarme con las diligencias de tortura:

Tavo, primo de Miguel y la voz de sensatez en ese momento, me acompañó al Ministerio Público de Champotón a pedir información; ahí no sabían nada o al menos eso me repitieron hasta el cansancio. “Váyase a Campeche”. Su respuesta me parecía confirmación a lo que yo pensaba: “No, no lo tiene la Fiscalía ¿De qué lo pueden acusar? Si estamos al día con los impuestos”. Tavo se encaminó hacia Campeche para pedir informes, en el trayecto me llamó la química Lolita, que había visto mi video pidiendo ayuda y se había comunicado con el entonces fiscal Juan Manuel Herrera Campos para solicitarle auxilio y su respuesta fue una sorpresa: en tono cortante dijo: “Sí, sí tiene una orden de aprehensión, pero no le puedo dar detalles”.

Comenzaron a llegar los mensajes vía Facebook, confusos: no está en Fiscalía, se lo llevaron a las salas de juicios orales de Kobén, vete para allá, su paradero es desconocido, lo van a desaparecer; hasta que un trabajador anónimo de la institución le escribió a Gabriel, otro primo, y le confirmó que ahí estaba, bien, pero que no podía decirle más por miedo.

Llegamos a Fiscalía. Al entrar, me enviaron a una oficina: Quiero información sobre Miguel Villarino. Aquí no es, es enfrente. Enfrente me hicieron esperar lo suficiente para una segunda crisis nerviosa. Que aquí tampoco es, vaya a la puerta del fondo. Ahí no ven nada de detenidos, vuela a preguntar en la entrada…y así, mientras a mí me hacían rebotar de puerta en puerta pidiendo información, el fiscal Juan Manuel Herrera Campos le proporcionaba a medios de comunicación los detalles de la detención de mi marido. Y COMPARTO TEXTUALMENTE LO QUE COMENTÓ A LOS COMUNICADORES:

Al preguntarle sobre la detención dijo:

“Se cumplió una orden de aprehensión que fue obsequiada por el juez competente, en los términos de la misma y ya esta persona, en unos momentos, va a comparecer ante al juez y podrá ahí alegar lo que considere que a su derecho corresponde”

Reportero: Se menciona que no se identificaron los oficiales, llegaron en camionetas sin placas…

JM: Yo no sé. Habríamos que, en su momento, ver las versiones, yo no estuve ahí presente. Pero lo que sí, yo lo sé, la detención se llevó en los cauces de ley.

Reportera. La detención se realiza por un asunto ah…falta de pago en la pensión, ¿es real esto?

JM: ESO ES REAL. NADIE, NADIE, INDEPENDIENTEMENTE A LO QUE SE DEDIQUE PUEDE DEJAR DE ATENDER LAS OBLIGACIONES ALIMENTARIAS QUE LE SURGEN CON LA PATERNIDAD.

El “independientemente a lo que se dedique” dejó en claro el motivo de todo el circo.

Necesité la intervención de una asesora legal para que me dieran razón de Miguel. Me permitieron verlo: estaba lastimado por los jalones y tenía un dedo del pie reventado; pero permanecía tranquilo. Ya le habían informado cuál era el motivo de la detención y con aparente calma, me dijo que no pasaría a más, porque tenía los recibos que comprobaban aportaciones y que la manera de proceder de Fiscalía era un intento de intimidación. Nos pidieron que se preparara la asesora legal para la audiencia de presentación; ella, por motivos personales, no podía continuar con el apoyo en la vía penal; y sacamos de la chistera a otro abogado. Mal Abogado.

Lo primero que me dijo antes de entrar a la audiencia, ya en la puerta de la sala de juicios orales, es que le tenía que pagar diez mil pesos. Eso fue extorsión. Le dije que no tenía ese dinero por el momento, pero vería la manera de hacérselo llegar después, pero que por favor acompañara a mi esposo.

Ya en la ceremonia de presentación empezó a pintar mal en la defensa. Mal Abogado le dijo a Miguel que se reservara el derecho a hablar, que él lo haría todo. Con los papeles en la mano, no dijo nada sobre los pagos realizados, ni siquiera para aportarlo como dato cultural. “Es que no tiene caso, sólo es la audiencia de presentación”. Me dijo después. Al salir de la sala, aún adentro del recinto, nos avisaron que afuera había más ministeriales con una nueva orden de aprehensión: ahora por sustracción de menores. Con medios de comunicación en el lugar, la presentación de la autoridad fue ejemplar: leyeron la orden girada por jueza MIRIAM GUADALUPE COLLÍ RODRIGUEZ, hicieron la lectura de derechos y condujeron amablemente a Miguel hacia un vehículo oficial para ser trasladado nuevamente a Fiscalía para esperar la nueva presentación de cargos.

Ya eran las once de la noche cuando esperábamos la segunda audiencia, ya no había textoservicio preocupado por lo que iba a acontecer, porque ya tenían el encabezado de las notas que les pidieron manejar: Bestiómetro es un desobligado. A lo lejos observé cómo Mal Abogado se subió al vehículo blanco del ministerial a cargo del caso de Miguel, Mario Chablé, y ahí se confirmó mi presentimiento: ese cabrón está del otro lado.

Nadie, salvo los amigos leales: Rosa y Ronny, los primos, Isla (la hija mayor de Miguel) y yo atestiguamos la aberración legaloide de Collí Rodríguez: Miguel debía permanecer detenido en los separos de Kobén, mientras durara el proceso porque, al tener dos procedimientos abiertos, se podía dar a la fuga. Y Mal Abogado, quitado de la pena, me dijo que estuviera tranquila, que nada más iban a ser unos días detenido.

Al día siguiente, viernes, me apersone en Kobén para ver a Miguel: no era día de visita, así que el acceso no fue sencillo. Por no tener definida su situación jurídica, no gozaba de los beneficios de un PPL vinculado a proceso. No me permitieron ingresar con productos de higiene, menos ropa, tampoco libros, ni libretas. Sólo metí unos tacos con las tortillas hechas chilaquiles y cincuenta pesos para que pudiera negociar beneficios. Durante los siguientes 5 días, así serían nuestros encuentros: sólo quince minutos a través de las rejas de los locutorios que apenas y nos permitían ponernos al corriente de cómo iban las cosas afuera y adentro. El mismo viernes, le dije que cambiaría a Mal Abogado, porque su desinterés y su afán en negar que no era un asunto político ya había insultado mi inteligencia; además insistía en que pagara 30 mil pesos en Casa de Justicia para que se DEMOSTRARA que no había mala voluntad en el caso de manutención. Otra extorsión de su parte, mal lograda.

Ahora, el gran dilema: ¿Quién defiende a Bestiómetro?. Los llamados Enemigos de Campeche empezamos a buscarle abogado. Hubo de todo: litigantes con muy buena voluntad, pero muy pocas tablas, oportunistas que se ofrecían igual con nosotros que con el poder, los aprovechados que pretendieron cobrar el valor de dos riñones y, la gran mayoría, los acobardados que no quisieron aventarse el tiro, porque sabían que eso era oponerse a Alito y por tanto, no volver a ganar un sólo pleito en tribunales.

Otro aliado anónimo nos puso en contacto con el licenciado Edwin Trejo, quien aceptó ser la defensa. Hoy públicamente agradezco su ayuda a Edwin, siempre le estaré en deuda por HABERME HABLADO CON LA VERDAD EN TODO MOMENTO, EXPLICARME LA MAGNITUD DE LO QUE SE NOS VENÍA Y NO ABANDONAR EL BARCO: “A Bestiómetro, ni Dios padre lo libra de la cárcel”, me advirtió.

Así, mientras comenzábamos a lidiar con el aparato de justicia, comenzaron las bajezas públicas, que si bien fueron ordenadas por el Supremo Idiota, sus ejecutores disfrutaron realizarlas: opinadores llenando mi bandeja de inbox con amenazas disfrazadas de recomendaciones, cuentas de troles enviando ofensas hacia mi familia, y, en un nivel superior de terror, vehículos sin placas aparcados afuera de la casa de Isla y de mi domicilio.

Se ensañaron con nosotros y se aseguraron que supiéramos que nos tenían vigilados. Para el domingo por la tarde noche, horario en el que es imposible tener información dentro del penal, me avisaron que Miguel se había suicidado. Por llamadas, mensajes whatsapp, mensajes de facebook, pantallazos me decían que estaba muerto. Hubo personas que se presentaron en mi domicilio para que yo les confirmara la noticia. Pasaron 14 horas desde que empezó ese acoso hasta que pude ratificar la integridad de mi marido, desde las rejas el locutorio. Ese día, él tampoco la había pasado bien.

Así llegamos al segundo día de audiencias, cuando Miguel fue vinculado a proceso en dos carpetas mañosamente divididas para justificar la prisión preventiva. La letrada Miriam Collí tomó como órdenes las sugerencias de los agentes del ministerio público que adornaban sus acusaciones con teatralidad y no quiso escuchar la solicitud de otra medida cautelar por parte de la defensa: no aceptó que Miguel se presentara a firmar, ni pago de fianza y poco le importó que a la audiencia se presentaran la mamá de Miguel y tía Vilma con su andadera incluida, mujeres de 80 y 82 años que mi esposo tutela desde hace tiempo y que apelaban a la bondad de la jueza para dictarle un arraigo domiciliario.

Aún recuerdo que al salir de esa audiencia, con los ánimos por los suelos, el abogado de la acusadora, José Alfredo Cardeñas, se acercó a mi suegra, en calidad de champotonero de antaño, para decirle “que lo lamentaba mucho, pero que así eran estas cosas”.

Al día siguiente de dictada la prisión preventiva, mi querida Mónica Maldonado, ex consejera de Derechos Humanos, llamó para pedirme que acudiera a la Comisión Estatal para interponer una queja por todo lo que hasta el momento había ocurrido, me confió que en la CODHECAM encontraría personal comprometido con la defensoría. Confieso que mi fe en las instituciones estaba quebrada, pero accedí a levantar el reclamo, más por consideración hacia ella que por convicción. Ese reclamo es el que después de tres años y medio le dio forma a esta disculpa pública.

Con la reclusión llegaron más violaciones a nuestra integridad dentro del penal. Hice 32 visitas en 58 días. 32 veces fui obligada a desnudarme de a poco para que la guardia penitenciaria se asegurara que no llevaba teléfono, chips, mota, piedra o cualquier artículo ilícito que les hiciera competencia de comercializar a ellos ahí dentro. 32 veces descubrí los pechos, 32 veces hicieron que mostrara el puente de la ropa interior. Un día ocurrió mi menstruación y supliqué que me disculparan la revisión, sin saber que al pedirlo, los incitaba a gozar de la humillación que me causaban.

A nuestros hijos no les fue mejor. A Isla la manosearon y a Abel, un niño que ni siquiera podía hablar, le hicieron enseñar sus genitales. Después de su segunda visita, Miguel me pidió que no lo llevara más para evitarme pasar por ese momento.

Descubrí que esos tratos no eran solamente hacia nosotros, en la fila de ingreso, las otras esposas me contaban experiencias igual de atroces: muchachas que desde hacía años no veían al papá recluido, porque en plena pubertad, las obligaban a quitarse los calzones. Niños de doce años que obligaban a empinarse para “asegurarse que no lleven droga en el culo”. Todo esto ocurría en unos cuartuchitos que estaban pegados a un marco detector de metal muy sofisticado, que no cumplía con su propósito.

Por supuesto que eso no era todo. Cada día de visita, surgían lineamientos nuevos, según fuera el humor de la guardia: a veces dejaban ingresar botellas de agua, en otras no. Al revisar cada alimento que pasaba por el filtro lo hacían con el mismo palo de madera que punzaba el fondo de una olla de frijoles y después era introducido a un arroz con leche y después a puchero. Toda la comida era manoseada por los guardias con el mismo palo putrefacto.

Había un guardia en particular, de nombre Manuel, que detectaba mi estancia en la fila de ingreso para desde ahí hacer cansada la visita: con cualquier pretexto me hacía esperar para ingresar: no tienes permiso de cónyuge, no puedes entrar con short, no puedes entrar con más de una bolsa de despensa, no quedó autorizado el pase del ventilador, no puedes, etcétera. Un día discutí con él, exigí que me dieran las reglas y yo las respetaría, pero que no cambiara de criterios en cada visita. Recurrí al reglamento penitenciario para defenderme con el papel en la mano. Cuando lo leí, descubrí que no servía a mis fines, había sido emitido desde 1992 y sus normativas no cumplían con recomendaciones de derechos humanos.

Y como había que acabar con toda intención de defendernos, las intimidaciones siguieron. Seguí recibiendo llamadas anónimas que me alertaban que Miguel estaba en una celda de peligro, que lo harían sentir seguro para que se confiara, que alguien cercano a él tenía la encomienda de “echárselo”, que le iban a dar comida envenenada, que mejor se declarara loco para que lo movieran a un área donde tuviera menos convivencia con la población. Y casi siempre después de las amenazas, llamaba Miguel para contarme su día: me decía que ya tenía un compa nuevo, que estaba todo en orden y que se había comido una torta con su cuate.

Era evidente que le seguían la sombra ahí adentro y utilizaban esa información para torturarme. Ya no sólo recibía amenazas a mi teléfono, también al de él, cuando se dieron cuenta que yo era quien publicaba en Bestiómetro y que tenía accesos a sus redes sociales. Me escribieron supuestas amantes, mandaron emisarios para negociar, “porque yo no merecía vivir lo que Miguel me estaba obligando a pasar”. No fue Miguel. FUE ALEJANDRO MORENO CÁRDENAS y su ego de mazapán, que arrastró a lo personal las críticas hacia su grotesca forma de hacer política.

Fueron sus inseguridades las que lastimaron a mi familia, cómo también lastimaron a los mal llamados “Enemigos de Campeche”, por negarse a ser parte de sus huestes. Fue su necesidad de elogios la que ordenó la fabricación de un cartel cómo de delincuentes, donde figuraban los rostros de sus adversarios políticos, comunicadores y críticos a su gobierno y fue la señal que le bastó al vulgo para tratar a ese minúsculo grupo como apestados. Fue una parte de la sociedad cómplice que le ayudó con la tortura: los medios de comunicación que repitieron la versión oficial sin reparar que podrían hacerles lo mismo a ellos, el aparato de justicia que se dejó manosear por los delirios de un gobernante perturbado, los impartidores de justicia, tan solemnes y letrados, que sometieron sus decisiones a los deseos de un cabrón con preparatatoria trunca;  y también fueron todos aquellos que por miedo, por hambre o por ambición, aportaron a las bajezas.

Después de un mes, cambiaron de estrategia y fueron directamente a torturar a Miguel a su celda. Ya sin rubor, confesaron que era por escribir pendejadas. Eso es lo que nos trajo aquí hoy.

Durante toda esta letanía de atropellos, el único lugar donde fui tratada con dignidad fue en la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Desde la primera queja interpuesta, la licenciada Selina y el licenciado Gerardo Mex realizaron registros, visitas, documentaron atropellos, para ellos todo mi agradecimiento.

También reconozco el compromiso de la licenciada Ligia Rodríguez, en su rol de primera visitadora de la Comisión, para que esta recomendación llegara a buen fin, por mantener el caso vivo durante estos tres años y medio y por ser un ojo vigilante, cuando la autoridad actuó de mala fe. Fue Ligia quien se percató que en la denuncia puesta por las amenazas y torturas dentro de Kobén, la Fiscalía giraba avisos de presentación que nunca nos fueron notificados con la intención de que el caso se desestimara por desinterés. Fue Ligia quién nos recomendó una evaluación sicológica que dio como resultado afectaciones en nuestra vida posterior a la reclusión. Para ella, toda mi admiración y gratitud.

Este acontecimiento de disculpas es la oportunidad para que nuestra familia cierre el ciclo. Reconocernos como víctimas del estado no nos da justicia, pero nos permite sanar un poco la herida; que espero que no se vuelva a abrir. Esa es una posibilidad porque en el ejercicio de informar se pisan cayos y afectan intereses del poder y eso siempre pondrá en riesgo al periodista.

Que este acto sirva como precedente.

A la señora gobernadora, le digo: sé que es muy dificil que Alito y sus secuaces sean castigados por las torturas que ordenaron en nuestra contra, pero eso es tan sólo una rayita más de su la larga lista de pendientes con la justicia. Delitos que exijo que usted no deje pasar. Le encargo que se investigue y castigue el saqueo al erario, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias, la corrupción; y que junto con él se castigue a quien deba ser castigado y sin miramientos. Si desea una verdadera transformación, deberá ser profunda, radical.

A los amigos: Rosa, Ronny, Daniel, Manuel; gracias por ser el muro de contención, a Raúl, gracias por ser el único paño de lágrimas, a los muchos amigos, familia  y aliados que nos acompañaron en los días difíciles e hicieron que Bestiómetro no se callara; todas las gracias. Ustedes también están incluidos en esta disculpa.

MIGUEL VILLARINO ARNÁBAR

El 4 de abril de 2018, después del pase de lista de las seis y media de la mañana, un tipo vestido de policía entro a mi celda, sacó a mis dos compañeros y, una vez solos, me dijo que estaba ahí para matarme. Según él, lo habían traído desde Veracruz junto con otros 7 sicarios con la única misión de desaparecer a mi familia y a mí, y me advirtió que dejara de escribir pendejadas. Luego me pidió que me desnudara para tomarme fotos porque sus jefes necesitaban pruebas y revolvió mis pertenencias buscando una “máquina”, es decir, un celular. A todo esto, respondí en automático, porque desde mi aprehensión, un mes antes, sabía que estaba inerme ante el sistema.

Cuando el tipo se fue, averigué que no es sicario, sino policía, a ustedes les corresponde decidir qué es peor; y tampoco es veracruzano, sino talento local, se llama Jesús Juárez Sonda y tuvo una época de gloria en el penal, hasta que le descubrieron malas mañas y lo degradaron a un cargo pinche: responsable de mantenimiento. Ahí vegetaba cuando fue a mi celda a amenazarme de muerte.

Ese momento frente al “sicario veracruzano” fue angustioso, pero el que me exigiera que dejara de escribir representó, en cierta forma, un alivio. Supe entonces que la decisión que tomamos mi mujer y yo respecto a seguir publicando desde la cárcel había resultado. Porque si bien el riesgo era enorme, Mily y yo creímos que era necesario mantener vigente mi tema y ganar espacios en la opinión pública y en los medios nacionales, el único remedio contra los perros de prensa de Alito Moreno. La visita de Sonda confirmó que íbamos por una buena ruta y por eso, una hora después de haber sido amenazado, cuando ya había averiguado quién era mi agresor y algunos otros detalles, fui a una de las tres únicas casetas telefónicas de tarjeta que todavía funcionaban y le dicté a Mily un texto que luego ella puso a girar en el ciberespacio. Con esto mi caso alcanzó un nuevo nivel y urgió a las ONG´s que me apoyaban, CPJ, Pen Club, Artículo 19, Periodistas Desplazados, Propuesta Cívica, a ejercer más presión sobre las autoridades, a quienes mi presencia en el reclusorio se les convirtió en un problema.

Después de lo de Sonda mi abogado, Edwin Trejo, ingresó a la Fiscalía una denuncia por amenazas y solicitó las grabaciones de las cámaras de seguridad. Aquí fue cuando el sistema se puso en modo Encubrimiento y empezó a argumentar disparates para proteger a su criatura. Fíjense, la única cámara que no funcionaba en todo Kobén era precisamente la que apuntaba directamente a mi celda, a pesar de que seis meses antes anunciaron una inversión multimillonaria en videovigilancia. Como nadie puede estar en la penitenciaría sin ser registrado, grabado, fotografiado, solicitamos también las grabaciones de otras cámaras, pero que no nos la podían entregar por razones de seguridad o porque las habían borrado de acuerdo con protocolos o etcétera. Luego se conoció que manipularon las bitácoras para eliminar los rastros del crimen de Sonda e incluso se atrevieron a asegurar que el “sicario veracruzano” no había bajado a las galeras en año y medio, cuando él es el encargado del mantenimiento de esas áreas.

En esa inmensa brecha que se abrió entre la lógica de la gente normal y las animaladas con las que la policía intentaba proteger a los suyos, y con el respaldo de una investigación que incluyó entrevistas con testigos clave, la Comisión Estatal de Derechos Humanos encontró las pruebas de que hubo amenazas en mi contra y, tres años después, emitió sus recomendaciones, una de las cuales nos tiene aquí: la disculpa pública. Por lo anterior, me urge agradecer a la primera visitadora Ligia Rodríguez, a Gerardo Mex, a Celina, la atención y la calidez que con que trataron a mi esposa en los minutos más difíciles de este drama, y la dedicación que le brindaron a mi carpeta cuya conclusión hoy nos reúne.

Ahora bien ¿Qué hacía yo en la cárcel? ¿Cómo llegué ahí? Ese es un capítulo que revela con nitidez los manejos siniestros de la justicia.

Para recluirme, la Fiscalía judicializó un expediente familiar que luego separó mañosamente para armar dos casos, uno por sustracción de menores y otro por manutención, y sin haberme notificado nada solicitó la orden de aprehensión y me detuvo en una aparatosa movilización de agentes y vehículos. El mensaje y el escarmiento tenían que ser ejemplares.

La carpeta construida por el entonces fiscal, Juan Manuel Herrera, se caía sola de tan mal hecha. ¿Cómo acusarme de sustracción de menores cuando en el mismo expediente familiar en que la Fiscalía basó su caso consta un video, el de la junta de mejor proveer ordenada por la juez Beatriz Baqueiro y celebrada el 18 de octubre de 2017, en el que la madre de mi hijo confirma que ella me lo entregó para que lo llevara a estudiar a Champotón? Y no lo confirma una ni dos veces, en tres ocasiones le preguntaron si había accedido a darme al niño y otras tantas veces ella asintió. Cinco meses antes de mi captura, el caso de sustracción ya estaba despedazado.

Además, el mismo día de la junta de mejor proveer, ese 18 de octubre, me fue otorgada la guardia y custodia de mi hijo por la juez Baqueiro, y un día después la ñora se refutó a sí misma y me la quitó, lo que representa una aberración jurídica de no mamar. Es que la forzaron a firmar contra su propia sentencia, me comentaron sus familiares. Da igual. La cuestión es que tuve que ampararme contra las caballadas de la Baqueiro y gané el amparo, que causó estado a finales de febrero de 2018 dejando sin efecto la segunda decisión y regresándome la guardia y custodia. Unos días después, la tarde del 8 de marzo, me atraparon acusándome de sustracción cuando yo era el responsable legal del fruto de mis entrañas. Todo eso obraba en el expediente y, aún así, la Fiscalía consiguió lo que buscaba.

Mi caso tiene todo el sello de Juan Manuel Herrera, el anterior fiscal, un infame como pocos. En noviembre de 2015, la señora Laura Gabriela Yáñez González, de 46 años y trabajadora eventual de Pemex, fue golpeada, violada, asesinada e incinerada, pero según la declaración de Juan Manuel a los medios de comunicación, después de la exhaustiva investigación de la fiscalía a su cargo se determinó que la mujer fue al cementerio de Isla Aguada cargando un bidón de gasolina, cavó la fosa, se desnudó, se madreó, cometió todo tipo de aberraciones sexuales consigo misma, se acomodó en el hueco, se bañó de combustible y se prendió fuego. La señora se suicidó. Caso cerrado. Así inició Juan Manuel su sexenio como fiscal y la continuó con una larga lista de ruindades, como el encarcelamiento de los taxistas de Escárcega, de los campesinos de Pomuch, de los peligrosos secuestradores que fueron liberados hace poco por falta de pruebas, el de etcétera. Mi episodio fue uno más en su pútrida carrera.

Ahora bien, ¿cómo es que la ineptitud profesional y la prostitución ética de Juan Manuel Herrera tenía tanta suerte cuando llegaban ante los tribunales? La respuesta es fácil: porque contaba con la complicidad de los jueces, sus colegas en el arte de perpetrar vilezas. A mí me tocaron en suerte dos distinguidos ejemplares, David Bacab y Miriam Collí, y fue esta última la que me acomodó la prisión preventiva. Sobre eso podría decir muchas cosas, hasta los tecnicismos que me ha enseñado Edwin, pero prefiero contarles algo que ilustra la farsa a la perfección: la primera audiencia que presidió la juez Collí demoró varias horas en la que el ritual fue de una solemnidad teatral, con los ministeriales vomitando barrabasadas legaloides y la Collí atenta, con el mentón recargado en el pulgar de la mano derecha, como sopesando argumentos y deshaciendo entuertos jurídicos. Por fin se decidió enviarme al Cereso de Kobén, adonde arribé a las dos de la mañana del viernes 9 de marzo. Ahí, después del protocolo de ingreso, fui a parar a un pasillo enrejado, repleto de cuerpos en reposo, de cartones, de cucarachas y botellas de plástico que sirven como mingitorios portátiles; al rato se me acercó un policía a preguntarme si yo era el periodista, le respondí que sí, y entonces me reclamó, riéndose, que me había tardado mucho, que me esperaban ahí desde la mañana del día anterior. Sí, así era, mi destino jurídico había sido prefijado desde antes de, siquiera, capturarme, lo que dejaba una incógnita en el aire: ¿en qué pensaba en realidad la juez Collí mientras apoyaba el mentón en el pulgar simulando que le tocaba a ella decidir mi suerte? Misterio.

Lo cochinada del juez David Bacab fue posterior. En la audiencia intermedia le ordenaron enviarme a juicio, pero quitándome la posibilidad de aportar pruebas para demostrar mi inocencia. El objetivo era simple: empujarme a buscar un amparo por la violación de mis derechos elementales, trámite lento que, con la pandemia encima, duraría lo suficiente para que Bacab se jubilara y para que fuera el gobierno siguiente el que cargara con mi problema. Bacab se jubiló y partió rumbo a la cirrosis hepática, pero mi caso no brincó el sexenio. Carlos Miguel Aysa, sustituto de Alito y entusiasta participante en mi persecución, decidió que mostrar buena voluntad era la mejor forma de lavarse las manos y cargarle toda la culpa a Calígula Moreno y, de un día para otro, llovieron los desistimientos y cancelaron el trámite. La infamia terminó como inició: por la voluntad de uno y la obediencia abyecta de sus achichincles.

Pensé mucho en venir a esta conferencia de prensa. La verdad es que me desagradan los eventos políticos, desconfío de todos los gobiernos, me castran los protocolos burocráticos y lamentaría el resto de mis años que mi tragedia personal y familiar fuera usada como bandera gubernamental o como logro curricular para alguna figura pública en ascenso, pero acepté venir porque entiendo que este evento sienta un precedente importante que será muy útil cuando algo como lo que me sucedió vuelva a ocurrir, porque les aseguro que volverá a ocurrir.

Porque si bien hoy hay otra cabeza en el Ejecutivo y parece que existe la disposición para tolerar la crítica, debemos recordar que hace apenas unos meses nos sacudimos a Alito, un personaje que inició su carrera ultrajando la universidad autónoma de Campeche, lo que en cualquier lugar civilizado hubiera significado el fin de toda aspiración política pero no aquí, donde la inmoralidad es un atributo. Con las relaciones adecuadas y prescindiendo de todo escrúpulo, Moreno Cárdenas llegó al poder y terminó de corromperlo todo, incluyendo la administración de justicia que, siendo sinceros, ya olía feo.

Fueron sus instrucciones las que pusieron a Juan Manuel Herrera, a la Collí y a Bacab, a Sonda y a tantos otros en sintonía para impedirme que siguiera señalando lo evidente: que una maqueta es eso, una maqueta y no el mejor Campeche de todos los tiempos; que enriquecerse con el saqueo del sistema de Salud era un crimen de lesa humanidad; que construirse una mansión de tantos millones de pesos no iba a borrarle de la cabeza su infancia nómada, de familia numerosa apretujada en casas de interés social; que transformar los hospitales en rastros públicos es hábito de sociópatas; que era abominable derrochar tres mil millones de pesos en comunicación social para fortalecer su imagen mientras la entidad se iba al carajo entre miseria y el atraso; que ningún plan estatal de desarrollo establece como logro administrativo el envenenamiento de perros, y tantas otras cosas.

Y a pesar de sus pecados, hace unos meses, Moreno Cárdenas se quedó a unos cuantos votos de imponer a su sobrino Christian en el Cuarto Piso, lo que prueba el grado de descomposición en que nos encontramos.

Así las cosas, lo único que separa el frenesí autoritario de Alito de este ofrecimiento de disculpas es la condición emocional y mental de quien manda, porque el aparato público está siempre dispuesto a obedecer.

De hecho, hay en este régimen del jaguar personajes aliados de Moreno Cárdenas, que operaban las redes sociales de su gobierno y fueron los responsables de la campaña contra los enemigos de Campeche. Desde ahí, cobijados en el anonimato y en plumas alquiladas, insultaron a quienes no pertenecemos al textoservicio: Rosa, Ronny, Daniel, Raúl, y de paso infamaron también a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros muertos. Esos incondicionales de Calígula Moreno hoy se devanan el seso en otros menesteres oficiales y es muy probable que sean los encargados de difundir este acto, cuya razón de ser es resarcir las agresiones que en otro tiempo celebraron. Lejos de toda humanidad y de cualquier asomo de dignidad, son capaces de todo con tal de no dejar de lactar en la generosa ubre del estado, así que es cuestión de que llegue otro idiota al poder para que otro crítico vaya a la cárcel o le toque algo peor. Ojalá que el antecedente del que fui parte les sirva de algo.

Vine también por solidaridad con gente que conocí en el penal, que ha estado ahí durante años viviendo en un limbo jurídico en el que ni la condenan ni la liberan, y cuyos casos están trabados por el burocratismo, por intereses superiores o porque no tienen el dinero para pagar un abogado. Sé, de forma extraoficial, que antes de terminar el sexenio anterior la bodega de evidencias de la Fiscalía fue saqueada, y creo que es necesario denunciar la paradoja en que ahora se encuentran tantos otros que, como yo, fueron a prisión sin evidencia suficiente para incriminarlos y ahora permanecen ahí porque las evidencias para liberarlos desaparecieron.

Para finalizar, reconozco la voluntad de la gobernadora y valoro este mea culpa institucional, pero dejo pendiente dar las gracias. Esas las daré cuando los verdaderos responsables de lo que me sucedió paguen por lo que hicieron. Si fui a la cárcel fue por instrucciones de Alejandro Moreno, instrucciones que fueron cumplidas a cabalidad por su secretario de gobierno Carlos Miguel Aysa, por el fiscal Juan Manuel Herrera y por el elenco secundario de sicarios con toga, la Collí y el tal Bacab. Es injusto que sólo el “sicario veracruzano” Jesús Juárez Sonda pague por lo que me pasó cuando hizo lo mismo que los otros: cumplir las órdenes provenientes de los desajustes mentales de Alito Moreno, mejor conocido en el bajo mundo del Bestiómetro como el faraón de cumbia y huarache, el supremo idiota, el mataperros o el Sergio Andrade de su sobrino Christian Trevi.

Fue Alito, y si sigue impune, serán todos.

Besitos.

Tantán.

 

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