Por Arturo Moo Cahuich
La guerra es un conflicto socio político o económico que resulta de la confrontación bélica-económica y su finalidad es someter al enemigo, exterminarlo o sojuzgarlo; articulada y declarada la guerra, sus razones fundamentales son económicas, territoriales, ideológicas, etc. El fin es dominar y apropiarse de las riquezas naturales del país al que se quiere dominar.
Resultó que a base de difamar y corromper, lograron que el PRI regresara a Los Pinos, se entronizó nuevamente la corrupción. Las ratas retornaron al festín y glotonas evidenciaron Casas Blancas, Malinalcos, Socavones, Estafas Maestras, desaparición de fondos, más lo que se descubra, etc.
Por ejemplo, Donald Trump, presidente gringo, le tiene declarada una guerra económica a México, con los temas del TLC y el muro fronterizo. ¿Qué hace el gobierno mexicano para responderle al adversario? Parece que muy poco o quizá nada. El argumento de Trump lo basa en los migrantes, la droga que consumen los gringos, y el déficit en los intercambios comerciales. Como si de pronto descubriera el hilo negro.
Ahora, el vocablo guerra sucia se refiere al ámbito político, donde un adversario, que tiene pavor a perder su coto de poder, difunde a través de una orquestada campaña publicitaria, diatribas, insultos, falacias, todo para desprestigiar al adversario que luce poderoso y así disminuirle simpatías y adeptos. Ya hemos vivido esto en el proceso electoral de 2012 y todavía padecemos las consecuencias.
Los pésimos resultados de la administración de Enrique Peña Nieto, beneficiario de la guerra sucia contra López Obrador, obligan al análisis. Las falacias del asesor en marketing contratado por el PRI contribuyeron para que el tricolor ocupara la silla presidencial y las consecuencias la padecemos los mexicanos: Más pobreza y más endeudamiento como país.
La huella de Peña es la de un gobernante incapaz y corrupto. Lamentable, pero el mal ya está hecho y las consecuencias negativas serán por largos años. Y todavía falta la elección presidencial de este año.
Al inicio del sexenio peñista, vendieron bien las tan famosas reformas estructurales que iban a ser la panacea de todos los males de México. Cayeron los dirigentes de casi todos los partidos políticos. Convencidos o corrompidos, cayeron. Los compatriotas vivirían en peñalandia, un mundo maravilloso donde se tendría una excelente economía con niños, jóvenes y familias bien nutridos y un nivel educativo de maravilla, se tendría una generación de niños y jóvenes, cuyos talentos estarían prestos para dominar al mundo.
La economía mexicana sería la mejor del mundo, porque la riqueza petrolera, nuestra riqueza, estaría manejada por expertos financieros, que darían excelentes resultados y un corazón henchido por los buenos resultados.
El país de caricatura o fantasía se derrumbó con la realidad. Se abrió la cloaca y se evidenció al director general de Pemex en sus corruptelas y compromisos con extranjeros. Odebrecht sigue como un tema abierto.
La Secretaría de Educación sirvió al PRI para construir una red de complicidades con maestros afines para ser utilizados en esta campaña electoral por la Presidencia de la República, esa es la razón por la cual Nuño llegó a la coordinación de campaña del tricolor. Perversa jugada de intereses.
Resultó que a base de difamar y corromper, lograron que el PRI regresara a Los Pinos, se entronizó nuevamente la corrupción. Las ratas retornaron al festín y glotonas evidenciaron Casas Blancas, Malinalcos, Socavones, Estafas Maestras, desaparición de fondos, más lo que se descubra, etc.
No solo esto, también en las entidades federativas el ejemplo de los corruptos permeó y los gobernadores resultaron buenos alumnos en la rapiña y ahora el juego de moda es atrapar ratas que devoraron presupuestos estatales y federales. Inclusive en los estados del país, buscan chivos expiatorios y Campeche no es excepción.
La contratación de expertos en marketing y guerra sucia para el PRI vuelve a tener vigencia. Todo el lodo, estiércol y lo repugnante que se puede pensar y hasta lo impensable, será arrojado a AMLO con el objetivo de impedir su llegada a la Silla Presidencial. La ética no tiene cabida, por eso se denomina guerra sucia.
Vemos cómo Vicente Fox, ex presidente, es usado en esta etapa y en la anterior, cuando parieron el desafuero en contra de Andrés Manuel. El cocacolero que se vende al mejor postor.
Por estas razones y más, los afiliados de Morena y simpatizantes de López Obrador tienen que estar conscientes de la otra guerra sucia que viene. Del slogan: difama que algo queda; una mentira repetida mil veces se vuelve realidad. Mete a los ciudadanos en el laberinto de la intrigas y cierra la salida, etc.
Cabe el exhorto a morenistas, aliados, población en general, a ser más reflexivos y analíticos, a no dejarse engañar, sobornar o intimidar por las huestes tricolores o sus asesores de marketing, artífices de la guerra sucia en contra de Andrés Manuel López Obrador, quien por ir arriba en las encuestas de preferencia nacional hacia la Presidencia de la República, se vuelve en el negro de la feria, a quien todos le tiran para hacerle daño.
El sentido del humor de Andrés Manuel es un buen antídoto en las falacias que le lanzan. No es el oro de Moscú, tiene el loro de Palenque. Tan tan.
