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30 noviembre, 2019 Comentarios desactivados en Monsiváis, el último intelectual de México Ideas

Monsiváis, el último intelectual de México

Paco Ignacio Taibo II señala que Carlos Monsiváis es uno de los intelectuales de izquierda más importantes que ha tenido el país. FOTO: Edith Camacho, INAH.

CIUDAD DE MÉXICO, 30 de noviembre del 2019.- ¿Qué tal será leer a Monsiváis por jóvenes contemporáneos de 18 o 19 años que no tienen un referente histórico de la época del escritor?, hay que reeducarlos, porque hay una generación que perdió el vigor de la lectura que conmueve, la novela que rompe las neuronas, la que no puedes abandonar, la novela con la que te identificas y, entre ellas, las obras de Carlos hay que volverlas a leer.

Así lo consideró el director general del Fondo de Cultura Económica (FCE) y escritor, Paco Ignacio Taibo II, frente al telón rojo del Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, al evocar a su amigo, con quien compartió muchos momentos de la vida política de México desde la trinchera de la izquierda, en la segunda sesión de la Cátedra Carlos Monsiváis, fundada en 1995 por la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Taibo II dijo que, para su generación —la militante de los años de 1960—, el impacto de la obra de Carlos como cronista fue muy fuerte por varias cosas: primero, por su decidida actitud de solidaridad con el movimiento del 68 desde las páginas libres de Siempre.

“Antes no lo conocían, no era muy popular, sobre todo entre la gente militante de la época, pero su razón y el uso de las páginas de la revista, en un momento de vacío absoluto de espacios de comunicación fue importante. En el 68, el monopolio gubernamental de la información era prácticamente del 99.9 por ciento, los espacios eran chiquititos”, recordó.

“Nos adherimos al barroco pensamiento de Monsiváis, porque si bien pecaba de barroco y algunas líneas quizá parecían incomprensibles, esto no le quitó la certeza y la lucidez de párrafos completos, reflexiones sobre lo que pasaba, miradas acuciosas y nuevos puntos de vista diferentes al lenguaje tradicional de la izquierda, que a finales de la década de 1960 estaba muerto de aburrimiento de anquilosado, era retórica pura, que a fuerza de repetir palabras, perdían su contenido”, puntualizó.

En ese contexto, añadió el escritor, la crónica de Monsiváis fue muy importante y extraordinariamente refrescante, sus reflexiones estaban desprovistas de la rigidez del pensamiento político de los sesenta, pero estaban dotadas de la agudeza del mismo pensamiento político, y enriquecieron el lenguaje y la perspectiva de su generación, la de 1968.

Taibo II manifestó que Monsiváis es un personaje de anécdotas inolvidables, notable, capaz de decir qué sí o qué no a todo mundo. Recordó —cómo era bien sabido— que se escondía detrás de la voz de su tía para negarse él mismo cuando le llamaban por teléfono, cómo era capaz de aparecer en dos y hasta tres conferencias en lugares distintos, al mismo tiempo; una persona singular con mucha proximidad en muchas cosas.

Monsiváis —continuó— hacía sociología instantánea: una reflexión sobre la visión inmediata de lo cotidiano para convertirlo en una relación político-social, una interpretación social del espacio.

Francisco Pérez Arce hizo la introducción a esta segunda sesión y recordó que la Cátedra se fundó en el INAH con el objetivo de recordar cada año la obra de Carlos Monsiváis, “su significado y difundir su obra, hablar de ella, criticarla y abordar temas que al periodista le importaba que se tocaran y que él abordó”.

En esta ocasión, la Cátedra también se pensó como preámbulo al X aniversario luctuoso de Monsiváis, en junio de 2020, con la idea de reflexionar sobre su actualidad.

“La figura de Monsiváis fundó un modo particular, nacional, de asumir el oficio del escritor, pero con énfasis en la Ciudad de México. Y eso fue agregando a la formación propia como intelectual, la del cronista, el crítico y la figura social de intermediario entre la cultura popular, la conseja oficialista, el espectáculo de divas y estrellas; la academia, el gremio de artistas plásticos y de la palabra oral y escrita, las causas perdidas —de su predilección—, los intereses de las minorías hostilizadas y de manera inequívoca menospreciadas, de las clases subordinadas, la temática de género y la diversidad sexual.

“Su virtud fue esa difícil ubicación de la crítica en medio de tantos factores distintos, sin caer en la seducción de las ofertas del poder en ninguno de sus niveles, ni en los privilegios de la clase gobernante ni en el manierismo de los gremios artísticos. Una pulsión popular, de su colonia citadina, de su mexicanidad, lo rigió siempre desde el talentoso joven que ingresaba al cine y a la tertulia de artistas, hasta el hombre maduro, sabio y laureado”, señaló el historiador Luis Barjau, investigador de la DEH, al presentar la Cátedra 2019, en la primera sesión.

En el cierre de la misma, Paco Ignacio Taibo II dijo que le enfadó mucho que muriera Monsiváis, porque era el peor momento para perder a uno de los intelectuales de izquierda más importantes que había tenido el país.

Mucha vida a Carlos Monsiváis

“Carlos Monsiváis es el último gran intelectual de México, con perdón de quienes están en la lista actual: fue el último hombre totalizador que quiso entender el país, la historia, la literatura, el cine mexicano. Era insaciable, creo que no tenemos a ningún equivalente hoy día, desgraciadamente”.

Así se refirió el periodista Jesús Ramírez Cuevas sobre su amigo y colega Carlos Monsiváis, durante su conferencia dentro de la Cátedra Monsiváis, la cual celebra su edición 2019.

“Carlos está todavía por descubrirse, porque este intelectual universal al que le tocó vivir en este país, tiene letras grandes a pesar de su localismo y de que sus temas son mexicanos: es un intelectual muy universal porque piensa en la humanidad y lo hace desde el conocimiento de muchas corrientes literarias, filosóficas, políticas y sociológicas”, dijo Ramírez Cuevas.

“Hay que hallar ese complejo cultural que era la cabeza de Carlos, en su obra, en su trabajo y el mejor homenaje que podemos hacerle, la mejor cátedra que podemos dar de Carlos Monsiváis es leer su obra. Mientras existan lectores que recurran a sus textos, la obra será vigente y tendrá vida. Mucha vida a Carlos Monsiváis, el último intelectual de este país”, destacó el coordinador de Comunicación Social del Gobierno de México.

“Todavía —añadió— podemos aprender mucho del México de hoy en su obra porque dio las vertientes iniciales de muchas situaciones que hoy cristalizan”.

Para el también documentalista, fue en 1985, con el sismo, cuando vino uno de los momentos más interesantes del trabajo intelectual y periodístico de Monsiváis: encontró una formulación que denota la realidad y construyó una visión de la realidad: en el caso del temblor, cuando el gobierno no actúa para auxiliar a la gente, ni rescatarla de los escombros, es la sociedad la que toma por unos días la ciudad para rescatar a la gente.

Monsiváis plantea que el terremoto del 85 es el “acta de nacimiento” de la sociedad civil. Nace la sociedad civil y construye una respuesta a la altura de la urgencia que está viviendo y es una ruptura epistemológica, cultural, política, en esta ciudad, que da pie a un cambio político y social más adelante, en 1988. No faltó quien lo criticara y dijera que estaba encontrando algo que no existía, pero el tiempo le dio la razón.

Esa toma de poderes demostró que la ciudad podía, más allá del gobierno, de los partidos, hacerse cargo de los destinos de su propia vida.

Otro momento que destacó Jesús Ramírez fue 1994, con la irrupción de los indígenas armados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la cual lleva a otro tema central de su obra: cómo lo marginal se coloca en el centro, cómo la periferia, los marginados se vuelven el centro de debate nacional. “Por eso me parece importante como, en 1994, él, un pacifista irredento, encuentra en el rostro no visto de los indígenas una causa perdida, profunda que hay que apoyar.

“Frente a la discriminación y el racismo siempre se indignó, y documentó a lo largo de toda su obra este racismo de la sociedad mexicana que, en el fondo, oculta un clasismo; porque el racismo en México tiene un trasfondo clasista fuerte y eso él lo pudo visualizar”.

Carlos Monsiváis, subrayó, nunca dejó de pensar en las mujeres, que vivían en la opresión cultural, económica y política, que era una sociedad que tenía que cambiar la situación de las mujeres y de las minorías sexuales en las comunidades, pero también con la idea de que la democracia colectiva debe construirse sobre la base del respeto del derecho individual.

Esas fusiones entre lo individual y lo colectivo siempre fueron un tema de reflexión, y por eso hacía eco de todas las formas de discriminación, de odio social, de los crímenes de odio, en particular, a través del dato feminista, de sus ensayos, documentó cómo había que construir conceptos que ayudaran a visibilizar los peores rasgos del género humano.

En este caso, los crímenes de odio como una de los peores aspectos de la humanidad que se expresan en el feminicidio, en la homofobia asesina, en el racismo contra indígenas. “Esto le parecía crucial y todo el tiempo insistió, a partir del debate a finales de los 90 en Estados Unidos, que en México tenía que hacerse una reflexión sobre esos comportamientos sociales depredadores, bárbaros, y que el debate de crímenes de odio nos podía ayudar a visibilizar esos comportamientos para cambiarlos”, apuntó Ramírez Cuevas.

Una constante de Monsiváis fue su credo pacifista y democrático. Pensaba que la democracia era algo más que elegir a los gobernantes y, en ese sentido, siempre se preocupó por la construcción de una cultura democrática; decía que para que hubiera estado de derecho y derechos como tales, tenía que haber ciudadanos que los conocieran y ejercieran.

Siempre pensó que los instrumentos democráticos que la sociedad requiere para tener la mejor vida, para transformar su realidad, son la palabra, el conocimiento, la problematización y que no basta saber cuál es el origen de un problema, si no se problematiza, hay que ver la complejidad de los problemas para encontrar la complejidad de las soluciones, cuando generalmente tendemos a la simplificación y el maniqueísmo.

Ramírez consideró que Monsiváis —de alguna manera— es un precursor de la 4T, sobre todo por su convicción de defensa de las causas del género humano; “se adelantó a muchas cosas que hoy son del sentido común: la protección y defensa de los animales, el medio ambiente, la diversidad sexual y cultural, él fue defensor de estos derechos a poder amar y querer de otra manera”.

En 2006, en el Zócalo de la Ciudad de México hizo algo inusual: tomó la tribuna, comprometido con las causas en un momento de crisis del país, tomando partido a favor de la democratización del país y de la lucha pacífica; en pro de una resistencia que hoy dio frutos en un gobierno que está preocupado por la gente y que está por construir una política nueva, distinta, de izquierda, a favor del bienestar y de la gente.

Su lucha nunca estuvo exenta de humor, siempre pelando contra la solemnidad y alejado de “los que se creen la vida en serio”. “Me pareció maravilloso pensar que se puede ser más anarquista que los anarquistas en algún momento, Carlos fue fiel a su credo moral e intelectual de búsqueda incansable del entendimiento de las cosas, a su insaciable sed de conocer lo nuevo y saber lo último que se estaba haciendo y al mismo tiempo disfrutarlo y compartirlo”.

A más de nueve años de su partida, Jesús Ramírez dice: “Monsiváis, aquí estamos, tratando de ser congruentes con lo que vivimos todos juntos, como una sociedad basada en causas perdidas que, aparentemente, iban siendo derrotadas, pero al mismo tiempo iban triunfando en la mente y el corazón de las personas y, por lo tanto, en el tiempo”.

 

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