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Heroínas borradas de la historia

3 enero, 2018 Comentarios desactivados en Creacionismo social Ideas

Creacionismo social

Por Héctor Malavé Gamboa

El marxismo como poema no es una herejía, poner “patas para arriba” el idealismo absoluto hegeliano fue un genial acierto creativo del joven Marx. En consecuencia, el pensamiento convencional del hemisferio izquierdo operador de las soluciones lógico-matemáticas y el pensamiento creativo e imaginativo del hemisferio derecho del cerebro, no son islas aisladas, sino un complemento que se pone en funcionamiento con la lógica dialéctica.

El orden social, que no es adecuado a su mecanismo biológico, frena y desvía el impulso del motor humano a la vida y a la conciencia (necropolítica). Libera sólo el material creativo e intelectual necesario del hombre para la conservación del orden social dominante, actualmente se conoce como economía creativa, que incluye diseñadores, artistas visuales y creativos de empresas privadas

El supuesto del cual partimos es que la creatividad y la imaginación son elementos esenciales para superar la condición deshumanizante de la sociedad postindustrial. Karel Kosic la llamaría sociedad post-diluviana; Bauman, sociedad líquida; Lyotard, sociedad posmoderna. El hombre, considerado como mecanismo bioquímico, se encuentra en constante actividad hasta la solución final de su conciencia con la muerte.

Mientras tanto, el orden social, que no es adecuado a su mecanismo biológico, frena y desvía el impulso del motor humano a la vida y a la conciencia (necropolítica). Libera sólo el material creativo e intelectual necesario del hombre para la conservación del orden social dominante, actualmente se conoce como economía creativa, que incluye diseñadores, artistas visuales y creativos de empresas privadas.

La psicología y la pedagogía moderna son las ciencias humanas que más se han dedicado a estudiar los mecanismos fisiológicos y sociales que permiten desarrollar la creatividad. Graham Wallas, en su trabajo, El arte del pensamiento, publicado en 1926, presentó los avances de su investigación, en donde la creatividad, no como efecto espontáneo, sino como un proceso que requería ciertas condiciones para su desarrollo. En su caso, fue una secuencia de etapas conocidas como preparación, incubación, intimación, iluminación y verificación.

El filósofo y novelista Arthur Koestler distinguió sólo tres fases: lógica, intuitiva y crítica. Más tarde, Alfred Edward Taylor distinguió cinco formas de creatividad, llamadas niveles Taylor: nivel expresivo, productivo, inventivo, innovador y emergente. Los tres investigadores coinciden en que se requiere ciertas condiciones para el desarrollo el proceso creativo, Sánchez Burón los denomina “ambientes para la creatividad”, capaces de lograr la fase inventiva, mas ésta no es posible si el sujeto se encuentra inmerso en ambiente hostil y represivo.

No obstante, los estudios anteriores fundamentados en las observaciones de individuos creativos y no creativos, aun cuando consideren los factores sociales, abstraen sus resultados de la totalidad social.

Finalmente, el modelo de producción actual es una máquina coercitiva que permite a cuenta gotas actos humanos creativos en beneficio de la industria cultural. Entonces, si el acto creador va más allá, como presuponemos, del objeto productivo de la creatividad, y se convierte en acción permanente del sujeto libre y emancipado, en donde el principal molde de la creatividad no es la naturaleza solamente, sino el hombre mismo, por consecuencia lógica, es también objeto de estudio y preocupación de la ciencia política.

El fin último de Carlos Marx no era un aparato estatal coercitivo, como se supone vulgarmente, sino el hombre liberado y su relación con hombres libres en un espacio democrático y humano. Hasta Paulo Freire cometió un error común en muchos humanistas revolucionarios bien intencionados en considerar al otro como masas.

Las ciencias sociales acuñaron el concepto de masas y la confianza en las masas para superar sus condiciones de sometimiento por medio de la filosofía de la praxis. Sin embargo, el sujeto cognoscente, aun cuando posea una filosofía universal de la sociedad y comprenda el conjunto (estructura) en el cual se encuentra, está inmerso en una comunidad determinada, solamente se enfrentará rostro a rostro con una minoría activa de personas.

La única manera de alcanzar a las grandes masas es por medios electrónicos, pero el “diálogo creador” no es posible sin la comunicación rostro-rostro o integral, palabra creativa o palabra de vida, que supera toda comunicación o diálogo público.

Nuestra propuesta pedagógica enfoca el en sí, o la práctica de la creación de las personas concretas y liberadas del mundo de la producción: es el intento de sobrepasar el estado de objetos en sujetos en la misma sociedad capitalista (Freire: Pedagogía del Oprimido, p.169), en eso consiste la revolución de nuestro tiempo: por lo que es una revolución pedagógica, política y cultural, en ese orden.

El trabajo más apropiado para la acción cultural es aprender a crear sujetos libres para la práctica crítica de la transformación de la situación social en la que viven, no sólo se trata de tener lo necesario, sino lograr lo espiritual y suprimir cualquier condición concreta de dominación.

La enajenación es la pérdida de la condición humana reducida a cosa por causa de la dominación del poder, inclusive la capacidad de pensarse a sí mismo se encuentra negada.  El planteamiento no es económico, es enteramente político, la explotación laboral es una práctica política que atenta contra la libertad y la dignidad humana. Es una de las características de la “intransitividad” de la consciencia del hombre contemporáneo. (Freire: la Educación como práctica de la libertad).

El humanismo histórico que plantea Marx, a diferencia del personalismo de Mournier, entiende no al hombre como sustancia mistificada, sino como un proceso de convertirse en persona, transformando la situación misma en la que el hombre se encuentra y al transformarla, se transforma a sí misma, esto es lo que Marx llama la inversión de praxis, y se transforma en lo que tengo a bien en llamar dialéctica de la existencia.

En el acto creativo del hombre libre se encuentra la suma del humanismo histórico. En un momento que reclama la caída de la conciencia propugno por el restablecimiento del hombre de carne, hueso y sangre, o la “intuición de sí mismo”.

Entiendo al hombre no sólo como pura actividad, sino también como actividad crítico-transformadora. El acto creativo es una relación social que establecen los hombres con los objetos, más allá de toda utilidad. Cuando el objeto trasciende su valor económico se convierte en un valor cultural y moral. Por sus características específicas, supera la dominación de las instituciones políticas represivas. Aunque sus características se atribuyen a los artistas, en realidad es propia de todo género humano, como historia del arte. La inversión de la praxis creativa es que al mismo tiempo crea sujetos liberados, Freire le llama “conquistar (la) forma humana” (Freire, P. Pedagogía del Oprimido, p. 17).

Las ciudades modernas son el objeto del trabajo humano, la ciudad es la suprema mercancía por excelencia. La ciudad es una mercancía alienante, superarla por la comunidad del diálogo y la palabra. Las ciudades del tercer mundo son ciudades insensibles. El desarrollo de la Revolución Industrial durante el siglo XIX generó urbes proletarias, los poetas artistas perdieron su protagonismo y se aislaron. (Xirau, R. Teoría y práctica del creacionismo).

La filosofía de la praxis puso énfasis en la categoría de “trabajo” como formador del hombre auténtico. El hombre como “creación” del trabajo. En la sociedad de la post-industrialización es un “trabajo alienado”, su superación es el “trabajo creativo”. La vinculación efectiva de las categorías de “creación”, “trabajo”: “trabajo creativo” como concepto universal y no sólo psicopedagógico, se convierte en una fuerza transformadora y útil dentro de trabajo político y sobre sí mismo.

La teoría dialéctica de la historia previó la distinción del acto productivo y del acto creativo en las relaciones humanas. Lo que hago es una distinción más ampliada. Los resultados del trabajo humano las denomino “el mundo de la producción formal”, el fin de las mercancías es nombrado como el reino de la necesidad, un enfoque para su utilidad social, y en menor medida se puso atención al “valor creativo” del mundo de los objetos producidos por el trabajo humano. Un mundo para los otros, y no un mundo para nosotros.

Un objeto formal hecho por el hombre, en su dinámica transformación que pasa a manos de unos y otros hombres, contiene tanto valor productivo como valor creativo. Por ejemplo, una caja de puros mexicanos contiene tanto valor formal, como creativo, lo mismo que la Capilla Sixtina tiene tanto valor formal, como valor creativo. La diferencia es que en el primero, el valor formal reemplaza al valor creativo sin lograr sustituirlo del todo, se mantiene un “halo” u “aura” que percibe el crítico del arte: el desarrollo de una técnica artística especializada y la originalidad del concepto, y a la inversa, en el caso de la Capilla Sixtina. Un objeto artístico se diferencia de un objeto no artístico en que la creación humana escapa a cualquier intento de tasarlo en el mercado, en tanto que objeto mismo. Su medida, su peso, no es homologable con ningún otro producto, por eso la mejor forma de hacerlo es por medio de el “reconocimiento del artista” en la industria del arte, el vestido, la moda y la cultura.

Por lo tanto, el esfuerzo físico del hombre contiene tanto valor creativo, como productivo, no sólo se encuentra el tiempo de trabajo para producirlo, sino una superación original y autentica en el espacio, intuitiva, iluminada o inventiva. Su valor se objetiva no en el tiempo de trabajo necesario para producirlo, sino en la solución del artista en el espacio material que trabaja (valor espacial).

La historia del arte entendida hasta ahora como una disciplina complementaria de la historia universal es en realidad su antagónica. La fetichización de la historia del arte consiste en separarla de la producción material y considerarla como mero complemento de la historia política o económica. Para Marx, inclusive la historia del arte era secundaria a su análisis de la producción capitalista y no como su opuesta en la historia de la económica capitalista.

Sin embargo, el hombre no sólo “crea” objetos tangibles, sino también objetos no tangibles que lo condicionan ideológicamente, como el lenguaje, las relaciones políticas, el conocimiento, la cultura, el estado y el hombre mismo, son producciones formales del hombre: la historia del hombre es la creación del hombre. Como tal, su valor como productos humanos es también un valor “productivo” y un valor “creativo”.

Las relaciones humanas vinculadas al entorno de la necesidad tienden más al valor productivo, generando una fetichización o mistificación de las relaciones sociales no humanas, construyendo una falsa realidad, o seudo concreción como le llama Karel Kosik (Kosik, Dialéctica de la Concreción), una sociedad de sujetos alienados u objetos vivos, que priorizan relaciones humanas productivas y no creativas.

Las relaciones humanas como “actividad” del hombre mismo, están en condición, dentro de un sistema de necesidades, de generar valores creativos. Una política creacionista genera relaciones humanas creativas que producen valores solidarios, personas creativas, ambientes creativos y procesos creativos, a nivel social.

El acto creativo en las relaciones humanas de situación política sin dejar de ser útil para resolver preocupaciones fortalece el sujeto sobre el objeto, lo vuelve activo, consciente y propositivo, lo cual requiere sin duda un “esforzarse por superar la relación práctica con la otra persona”, y construir un “espacio de libertad entre sujetos”.

 

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