Por Héctor Malavé Gamboa
Licurgo aquel,
que le dio a Esparta la tierra,
las leyes y la guerra,
decretó el destierro
al sofista palabrero.
En la costumbre preparada
del legislador a la rosa,
sembró en tierra rocosa,
las leyes del Mediterráneo,
¡Oh! Sátrapa local,
desde su óptica ritual,
acusas con cieno,
la mirada del Sileno,
en el viento coloquial.
En las ceremonias de antaño,
del oligarca pendenciero,
Licurgo, cambió el oro por el hierro,
aquél, de los treinta tiranos,
que a Atenas,
y a la democracia sometieron.