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7 febrero, 2018 Comentarios desactivados en Anagnórisis Ideas

Anagnórisis

El hombre no se adapta a la realidad,

la transforma.

Bertold Brecht

Por Héctor Malavé Gamboa

Roberto Corrella, dramaturgo sonorense, inició el módulo de teatro representando a una mujer anciana que arrastraba sobre una carreta a su hijo muerto. Se encuentra impasible al dolor, son las guerras de religión, la protagonista de la escena ve en el acto un fin superior. Es Madre Coraje, de Bertold Brecht, fue representada en 1932, en la Alemania nacionalsocialista. El efecto de distanciamiento o Efecto V rompe con la tradición aristotélica del teatro alemán de la República de Weimar (1919-1931). En la “Retórica”, de Aristóteles, después del clímax del conflicto, se liberan las emociones, provocando la catarsis del espectador griego. En contraparte, el dramaturgo alemán propone un teatro reflexivo, democrático, crítico y comprometido socialmente con los trabajadores, había surgido el teatro épico, también llamado dialéctico.

Bertold Brecht nació en Alemania en 1897, de origen judío, comunista y artista de vanguardia, como Walter Benjamín, reunía los tres elementos de la exclusión. Agudo poeta de varias puestas en escena, antes de llegar a ser reconocido. Es la época del dadaísmo y el expresionismo en Europa y de la ruptura con la tradición romántica. Brecht trabaja en su Baal en 1913, le siguió la Ópera de tres centavos, El vuelo de Lidergh, durante la gran depresión que paró la industria alemana y  dejó en el desempleo a seis millones de obreros, preparando el escenario para el terror. La Decisión y la Madre, en 1932, Santa Juana de los Mataderos es censurada, desafía a la burguesía industrial alemana con La Excepción y la Regla (idea que retoma Juan de la Cabada en el cuento La Llovizna) y al régimen político con su Cabezas Redondas y Cabezas Puntiagudas, en 1932, es la época de los cuchillos largos, los cristales rotos y un arte superior. Muchos actores y actrices de la época satisficieron los gustos estéticos de Goebbels y obtuvieron su recompensa política por el ministerio de cultura alemán[1].

En 1935, escribe sus Cinco obstáculos con que tropezamos al decir la verdad, Brecht parte del axioma moral que el escritor debe oponerse a la mentira y a la ignorancia, aunque se encuentre ahogada en las gargantas de sus más comprometidos intelectuales, artistas y periodistas. Para lo cual, presenta cinco tesis válidas para cualquier época de injusticia; valor, para decir la verdad donde se oculta; inteligencia, para reconocerla; arte, para volverla manejable como arma; criterio, para distinguir a quienes puedan hacerla eficaz y astucia, para hacerse entender.

Brecht define su teatro como dialéctico, es el boom del cine mundial y de las grandes estrellas de Hollywood y del realismo soviético. El nuevo arte sería usado  de manera masiva como propaganda militar por las fuerzas imperialistas, como diría Benjamín, es la estetización de la política. La reciente industria del celuloide usa a los guionistas, artistas visuales, actores y actrices, directores, escenógrafos y camarógrafos como obreros de la gran industria militar. La propaganda mediática es eficaz para convencer a las grandes masas para ir a la guerra, identificarlas en un nacionalismo con un fin superior: asesinar y que la civilización subsista, todos hablan en nombre de la cultura.

El mecanismo del cine es complejo e inmediato, el espectador compra un boleto y acepta la convención social de manera abierta, va a entretenerse, sin más. Entra a la sala de teatro o el cine, sabiendo que mirará una ficción, no la realidad. De repente, después de unos minutos, se identifica con el rol de un personaje, con un signo, es “atrapado” como una mosca en la pantalla. El artista logra su cometido, “hechiza” al espectador y se encuentra inmerso en sus actos, en un espacio y tiempo que le es diferente al suyo ¿Por qué sucede este fenómeno? Porque el personaje ha sido “interpelado”. En algún momento, su atención se “enganchó” con cierto valor externo que reconoce como propio y se encuentra ahí reflejado: soy yo, se parece a mí, piensa como yo, dice.

Se termina la lucha entre el artista y el lector, el público refuerza el mensaje externo, se produce la perdida de sí, y finalmente “la catarsis”, emoción que descarga risas, miedo o sollozos, que finalmente mitifica como una verdad objetiva, alienación. No es la película la que se encuentra cicatrizada, son valores preconcebidos los que se ven “reforzados” por las escenas en movimiento. Es la clave de cómo funciona la industria cultural occidental, su fin es político, aunque no lo diga, además, asigna a los habitantes de las ciudades modernas diferentes estereotipos.

Brecht, por el contrario, no propone un realismo propagandista, es más inteligente, logra “irrumpir” en el mecanismo y demuestra que las emociones humanas no sólo pueden desencadenarse vía la catarsis clásica, sino también por medio de un enfoque crítico y racional, no por eso menos humanos, al contrario, más humano. Hace uso de efectos técnicos que provoquen el extrañamiento, como la escenografía, hablar con el público, las pancartas, los actores, el guión mismo, la palabra es interrumpir y provocar la toma de conciencia.

En la tragedia griega, la anagnórisis es un recurso narrativo que le permite al personaje entrar en razón de lo que pasa a su alrededor. Edipo Rey descubre su identidad y se le revela toda la verdad oculta hasta ese momento velada, y todo cobra sentido para él, en ese preciso instante la historia cambia, se activa la conciencia en el cuerpo, se desengaña, abandona la mentira política que le rodea y no se daba cuenta antes, había vivido engañado. Ahora sí reconoce quienes son los verdaderos amigos que lo aman y quienes lo traicionan y lo odian, la historia personal y social gira de pronto de manera inesperada.

En el caso del espectador, pasa lo mismo, sospecha de la trampa del director, toma distancia razonable de la obra, es activo, no pasivo, y toma decisiones, es capaz de proponer una alternativa artística propia. Adopta una actitud observante, es capaz de hacer argumentos estéticos, críticos y autónomos. En el teatro tradicional, al contrario, el espectador se ve envuelto por la acción escénica, es párvulo, inexperto para manejar sus emociones, solo opina, simpatiza. Brecht busca despertar la conciencia crítica y que salga del teatro con la idea de generar cambios sociales profundos y significativos.

 

Referencias:

  • Weideli, W. (1969) Bertold Brecht, Fondo de Cultura Económica, Breviarios, México: 175 pp.
  • Brecht, B. Cinco Verdades con que Tropezamos al decir la Verdad. Ediciones de la Universidad Juárez del Estado de Durango. (UJED)

 

[1] Véase Mefisto (1981) del director húngaro  István Szabó

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