Por Héctor Malavé Gamboa
El pueblo de Campeche, de nueva cuenta, fue “engañado” por el marketing electoral del PAN, lo fue con Vicente Fox, Juan Camilo Mouriño, Carlos Ruelas y ahora lo es con Eliseo Fernández Montufar, y no termina de aprender.
El pueblo de Campeche no sabe de historia y no quiere estudiar. Ha escuchado de utopías y de esperanza, pero le son ajenas, porque le teme a la libertad. Tal vez “ame más su miedo”. La reacción es como un virus que se esconde como un ilusionista en las clases populares menos reflexivas, las cosifica y las vuelve meros instrumentos electorales para su ascensión al poder. Tanto es así que la burocracia autoritaria del antiguo régimen que sufragó por un “cambio a la nobleza” es expulsada del aparato del estado, ahora camina a ciegas, con lágrimas en los ojos, rumbo al desempleo, la proletarización y el comercio informal.
En tiempos de la Revolución Francesa, luego del “caos” que dejó el levantamiento, el pueblo llamó a un tirano para gobernar, cansado de tantas guerras que devastaron a Europa y restablecieron la monarquía de Luis XVIII, tanta sangre y tinta le había costado al pueblo francés liberarse de la pompa barroca y los privilegios.
Otros, como la familia Estrada, claman y nos exhortan arrodillados por un príncipe lejano ilustrado y liberal, muy parecido a Maximiliano de Habsburgo, coleccionista de mariposas y ensueños poéticos.
El engaño de ahora consistió en cambiar la hoz y martillo por la escoba, en la representación visual, pero nada más erróneo que eso, atrás se ocultan los intereses materiales de la clase empresarial yucateca que pretenden a toda costa clavar sus muelas a la riqueza natural de toda la península desde tiempo inmemoriales y barrer con sus recursos.
Las redes de parentesco de las familias Abraham, Azar, Xacur, Selem, Curi, quieren garantizar su permanencia en el poder político y económico no sólo de la Campeche, sino también de la Península de Yucatán, el tren maya que conecta sus rutas comerciales (por eso será de carga) es muy bueno para sus negocios y la yihad.
El nacimiento del populismo de derecha me recuerda a Mussolini abriendo zanjas con sus manos regordetas para la Italia fascista, lo cual era recibido con gran júbilo por los trabajadores italianos que, en 1945, finalmente lo colgaron patas para arriba a él y a su amante un 28 de abril en la Plaza Loreto.
El gobierno de Alejandro Moreno será el último gobierno priista de Campeche, pero el que pretende sustituirlo no sólo no rompe con el modelo económico impuesto a los trabajadores, sino lo continúa y lo recrudece más, tanto es así, que se prevé que será el mismo gobernador de Campeche quien formalice una entrega pacífica y “democrática”, con el objetivo de exorcizar cualquier posible gobierno progresista, traicionando a su mismo partido a cambio de su supervivencia política nacional.
También tendrá otra mano, como lo hizo Vicente Fox en 1999, o Juan Camilio Mouriño y Felipe Calderón Hinojosa en 2002, que Layda Sansores se coaligue con “los conservadores”, con el objetivo hipócrita de expulsar al PRI e impulsar la democracia.
En 2000, ganó Fox, convencieron a los laydistas de pactar con la derecha. Lo intentaron hacer de nueva cuenta en 2002, está vez no se logró una “alianza ciudadana” y el laydismo cargó con el estigma del hurtadismo-orteguismo, debilitándolo en la opinión pública.
En 2020, sin embargo, hay una gran variable favorable para el laydismo local, gobierna la izquierda en México, y Layda Sansores tendrá la experiencia de haber gobernado un Ayuntamiento. Detrás de la rivalidad entre el alcalde y el gobernador, existe un concubinato garantizado por la siniestra vieja oligarquía intramuros y la más joven casta divina pagada por el capital internacional libanés.
Sin embargo, Morena, a pesar de su fuerza política en el Congreso, la palabra “autonomía relativa” les parece extraña, más extraña aún la palabra soberanía e independencia absoluta, que le permitan estar por encima de las fracciones autoritarias y conservadoras.
La bancada progresista no debe estar en medio de sus intereses, sino aparte y arriba, con un diálogo incluyente con las y los trabajadores y las bases populares, intimar con el enemigo no es democracia ni diálogo, es subordinación y sometimiento, la bancada de Morena se tiene que formar y posicionar el discurso político que venga del progresismo obradorista y de la alcaldía municipal de Álvaro Obregón, hacerse eco, pero resignificando el discurso con un estilo propio de emancipación social y cultural.