(Boceto de crónica a muchas voces y tiempos)
Por Amaury David Sánchez Burelo
En el comienzo…
En el principio, fue el águila devorando la serpiente, después la independencia de España. Nos reconocimos como América, pero vino EUA a decirnos que no éramos su América, así que nos convertimos en Latinoamérica y después nos abrazamos, perdimos el sentido hasta la actualidad. Muchos años después en que las fronteras (a pesar de su presencia física y mental) se están diluyendo, nos comunicamos y volvemos a ser uno o al menos esa es la esperanza del Vive Latino.
CDMX
Uno llega a la ciudad de México un día antes o el mero 17 de marzo, a las 14:00 horas. Nota el tráfico, el poco smog y el jadeo constante al caminar. Uno no se siente en casa, pero con tal de reunirse con otros es bueno romper esa barrera respiratoria.
Las tortas de tamal, el llévele, llévele, el constante sonar del claxon, el temblor del subsuelo por el metro, el ondeo de los edificios y los muchos sonidos te reiteran que no estás solo, que por más que tú no lo quieras, te encuentras rodeado de 8,851 individuos, además de los que vienen a ver a sus artistas favoritos, a los jugadores en el partido de fútbol o a sus familiares defeños.
Al menos unos 25 grados te acaloran el cuerpo, aunque por ratos un viento te recuerda que estás elevado y no por los ángeles, sino por la posición territorial de esa ciudad que insiste en decirte foráneo a gritos, también uno mismo se autodenomina así, cuando ve los edificios demasiados altos y la profundidad a la que puede llegar el transporte favorito de los citadinos.
Sabes que el domingo la cosa se pondrá intensa y no específicamente en la vía pública, sino porque tendrás que estar parado muchas horas para ver a un grupo extranjero, más extranjero que los españoles que verás en unas cuantas horas. No te importará el clima, el cansancio, el olor a cigarro y el poco dinero que llevas para gastar, sabes que debes ver a esos dibujitos cantar tu canción favorita.
25 grados y un vaso de cerveza
El Vive Latino, el grandioso Vive Latino, ese que conociste por los discos que tu padre compraba cada año (no todos, pero sí algunos), por fin está a la vista. Uno no sabe lo que es posible hacer ahí, así que recorre todo o casi todo, porque el tumulto de personas no te permite avanzar fácilmente y puede que te extravíes de las amigas con las que vas. Así que paso a paso, ves los rostros, los cuerpos, el sudor, el cansancio, los grados de alcohol que tienen en el cuerpo y lo caro que está todo ahí dentro.
Ese día debes ver al Instituto Mexicano del Sonido (o como ellos se hacen llamar Mexican Institute of Sound), a Enjambre, a Love of Lesbian, a Molotov, a Panteón Rococó y a quienes más se dejen ver o que el tiempo mismo te permita observar.
Mientras, te acaloras, te devoras a los chicos y chicas con la mirada, sabes que no hay futuro más que este instante en el que respiras olor a cigarro, marihuana y uno que otro hedor a la primavera cercana.
Se hace la tarde, comes, bebes un refresco y te corres para ver al IMS (o MIS), llegas en el momento en que Los amigos invisibles te quieren en cuatro. Notas la subjetividad de esa canción, de los cuerpos que se arremolinan, los gritos empalmados y la noche que va aterciopelando los rostros para hacerlos chispa en ese bullicio. Termina el show, te escabulles, en ese momento uno pensaría que la gente se quedaría por oír a Camilo cantar y reproducir sus melodías cuasinacionalistas, pero se va vaciando el lugar. Te cuelas hasta el frente y sabes que tendrás a tres personas de distancia, una valla y un piso elevado al grupo que oíste por algunos instantes, escuchaste en tu infancia, pero no te gustó, que revaloraste en tu universidad y por el cual te encuentras al frente para sacudir el bote.
Llega la hora, comienza el show. Las personas alrededor se animan, gritan, saltan y Camilo se cae, todos se ríen, él igual. Se nota que está drogado o que consumió alguna sustancia, porque parece distraído y no importa, es necesario caer, equivocarse, seguir sacudiendo el cuerpo hasta que te canses o se le acabe el tiempo al IMS. Suena México entre sus canciones y la gente a tu alrededor se apasiona, saben que lo que recita el cantante es cierto y que a pesar de todo gritamos ¡Rarará!
Termina su parte. Recuerdas que unas horas antes escuchabas a Enjambre recitar algo de un Sábado perpetuo, como el de hoy, cuando todos los reunidos se sintieron merodeadores de la noche y buscadores de amaneceres. Prosiguió la noche y corriste a buscar a una de tus amigas para oír a los españoles, a Love of Lesbian.
Llegas al escenario principal, ahí Panteón Rococó clama a la vendedora de caricias, le exige que ayude a olvidarla, pero tú pides a tu lengua que ignore el sabor a cerveza que te tomaste. Quizá ya llevaba horas expuesta a la intemperie y no era lo más barato en el lugar, $110 que no volverás a ver hasta dentro de muchos meses. Ahí, uno se pregunta, y cuestiona si valió la pena ir a gastar tanto dinero. Tal vez, obtengas la respuesta al día siguiente.
Tu amiga, ya te espera y salen los dos a ver a Love. Están colocando todo en el escenario, algunos gritan desesperados, quieren ver a Santi Balmes, corear sus canciones favoritas y ustedes saben que al escuchar Ves, ves y solo ves la peor versión de mí, en ese momento cumplirán uno de sus sueños, de sus ansias.
Inicia, salen los músicos, todos con su estilo particular, luego Balmes y se pierde el control en el espacio, todos cantan, corean, se pierden en la voz del cantante. Entonan todas las canciones que querías, que pensabas y tu amiga, se entusiasma, grita cuando anuncian que Oniria e insomnia aparecerá en los oídos de quienes escuchan. Ella está enamorada y sabe que comparte con su novio esa melodía. Tú recuerdas a Beatriz y te preguntas qué estará haciendo ahora, te cuestionas, por qué no invitaron a Serrano. Se te olvida todo cuando terminan el espectáculo con Pizzigatos.
La otra amiga está escuchando a Molotov, ustedes saben que estará emocionada y es la verdad. Cuando entonan Gimme the power! y Frijolero, recuerdas ese pequeño nacionalismo que te hizo soltar una lágrima con el IMS, cuando México hizo presencia. Se nota el cansancio, pero no importa, es necesario perder el control en la cabeza cuando azotan los bajos y la batería.
Luego de eso, huyen, se escabullen, con el grupo de personas que va saliendo del lugar. Nunca habías visto tanta gente reunida. Quizá formaste parte del 132, pero en tu estado no se juntaban más que 100 personas para marchar, así que no les pierdes la vista a tus acompañantes y ellas tampoco a ti. Ahí es cuando uno recuerda que está en la Ciudad de México y no tiene más que caminar varias cuadras para pedir un transporte. El hostal les espera.
-En otro concierto un vato me cargó, pesaba más o menos 80 kilos y era de tu estatura. Tú también me podrías cargar-
Antes de Gorillaz, una chica te dirá esas palabras y tú contestarás –ajá-, con todo el desgano que se ha acumulado en tu cuerpo, luego de soportar siete horas parado a que salga Damon a cantar y sus monitos a recordarte tu infancia. Antes de la frase desmotivadora, llegaste al Vive y recargaste en tu pulsera por si alguna cosilla se te pegaba y claro, unos póster tuvieron que colarse en tus manos.
Comiste una baguette que costó más que la cerveza, pero era más fuerte el hambre, así que te decidiste por ella. Después, huiste a escuchar a Heavysaurios, no fuiste hasta el frente, porque comprendías que no era un show para ti, sino para los más pequeños. Las botargas de dinosaurios le habrían encantado al pequeño tú, así que estás ahí por eso y claro que mueves tu cabeza al ritmo de sus sonidos. Hasta que antes de terminar todo el espectáculo, aparece Fernando Ruiz Díaz y te emocionas por el ser el tipo de Catupecu Machu que cantó con Los Auténticos Decadentes Un osito de peluche de Taiwán y quien marcó con su voz la Simetría de Moebius en tu secundaria. En ese momento, junto a Heavysaurios canta Quiero leche y uno pensaría que una canción tan simple no te gustaría, pero vete, en ese instante meneas la cabeza hasta que termina la canción. Aplaudes, gritas y te ríes por lo entretenido que fue el show.
Regresas al sitio donde estabas con tus amigas, una de ellas se escabulló por otros lados. Pericos tomó su momento y los oíste como si tu padre estuviera ahí a tu lado, convenciéndose por el sonido de un reggae latinoamericano. Los conociste por él y por lo tanto, era necesario que marcaras el ritmo como si él los estuviera escuchando.
Pasan las horas y ansías que Gorillaz ya aparezca. No, todavía no es la hora. Antes escuchas a Cuca con su sonido fuerte y letras lujuriosas, te dejas convencer por ellas, al grado de que te dejarías contagiar de cualquier enfermedad por un beso de la muchacha preferida. Entonces, aparece Residente.
Canta canciones de Calle 13. Demuestra que respeta su nuevo proyecto de Residente. Todos son anormales por ese momento y bailan para portarse mal, no importa lo que venga, somos en ese instante, son en ese instante. El grupo que entona tales melodías es variado, lo señala constantemente y recuerda, como lo hizo Panteón Rococó, que los 43 no se olvidan, que están en nuestra memoria y que espera pronto una respuesta clara por las autoridades, señalando que los reunidos en su concierto, no permitirán que suceda otra desaparición masiva como fue en Ayotzinapa.
Proseguiría un grupo desconocido, Queens of the Stone Age. Viste el esmero que pusieron los del staff por colocar tubos, luces y adaptar el escenario para ellos. Ese concierto iba en serio. En ese momento, la chica usó su frase para que la cargaras y después de contestar –Ajá-, respondiste, -Qué interesante- y se enojó por el sarcasmo. Ella como tú, llevaba horas parada, así que entendería el por qué no la quisiste cargar, pero se molestó con tus palabras. Pobre de ella.
Pasó la hora y media de espectáculo, para ti, no fue la gran cosa, pero sucedió eso, porque esperabas con ansias a Gorillaz, así que este era tu momento.
Todos gritaron, insistieron que Damon apareciera, sabías que no sería fácil y así fue. La cita era a las 23:35 y comenzó 23:45, esos 10 minutos fueron eternos. Hasta que sonó Hello, is anyone there? Una lagrimita se te escurrió en ese momento, sabías que esa canción la escuchaste en un viejo discman, porque a tu padre se le ocurrió comprarte el primer disco, además esa canción te daba cierto temor, por lo preocupado que sonaba la voz que preguntaba por alguien. Luego la guitarra fue rascada y sabías lo que significaba, el grunge-punk de esa canción la entonarías como aquel pequeño que no sabía pronunciar nada de inglés.
Albarn con su grupo salieron enmascarados, él era el Santo y los demás unos desconocidos para ti. Al terminar M1-A1, se retiraron las máscaras y Last living souls acercó a las coristas al escenario, los demás del grupo y te diste cuenta de que el 90 por ciento de los reunidos, eran gente negra, ahí tu afrodescendencia se sintió agradecida por tales ritmos y voces. Si de por sí sabías que el éxito del primer disco era por la máquina de Russel que contenía todas las melodías, principalmente negras. Viste tu fantasía hecha realidad.
Todos corearon, cantaron, se dejaron llevar y fueron felices. Todas las canciones preferidas nacieron y se recrearon en los oídos. El mañana y Melancoly Hill supieron colarse en tu retina y hacerte soltar otra lágrima, muchas lágrimas, tu hombría se vio atacada, a quién le iba a importar un llorón. Todos lo eran en ese sonido.
Terminaron con Clint Eastwood, quizá la primera canción que salió, la que te atrapó, la que persuadió a tu padre de comprarte el disco, porque eran dibujitos cantando y a su hijo le gustaban. Los gorilas zombi aparecieron en la pantalla, el fantasma de Russel igual y sentiste que eras feliz, como aquel pequeño que se dirigía a la primaria con sus audífonos sonando esa canción.
Al final, saliste. Fue complicado, la multitud no te permitía caminar y tampoco la basura del sitio. Todos pensaron que era buena idea tirar sus vasos de cerveza en el suelo, aunque luego las patearan o cubrieran sus zapatos. Huiste por la calle Añil, te separaste de tus amigas y recordaste que seguías en la Ciudad de México, la agigantada Ciudad de México, por su población. Compraste un helado para revivirte, porque no fue suficiente la voz de Albarn para animar a tu cuerpo de sobrevivir hasta el hostal.
En fin
Fuimos. Recordamos que no hay barreras que nos puedan separar, pero sí mentalidades que nos encierran muchas veces, a pesar de ellas sobrevivimos, andamos, caminamos. Somos mexicanos, americanos, latinoamericanos, iberoamericanos y nos gusta la música, por lo tanto cada año nos reunimos a mover las cabezas, agitar los cuerpos y perdernos en los sones de quienes quieran acompañarnos.